22 jul. 2025

¿Por qué ganan (casi) siempre los colorados?

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Crítico. Alfredo Boccia, autor del ensayo sobre las Claves de la hegemonía política de la ANR en el Paraguay.

Dardo ramírez

La “macroestructura del Partido Colorado”, sus seccionales dispersas en todo el país, y su habilísima utilización de los recursos del Estado en beneficio propio, explican buena parte las sucesivas victorias coloradas en elecciones, pero no lo explican todo, ya que viene de mucho antes, dice Alfredo Boccia Paz, autor de ¿Por qué ganan casi siempre? Claves de la hegemonía política de la ANR en el Paraguay. En esta entrevista en la que, sin spoilear, su autor comparte algunas de las razones de la permanencia por casi 80 años de la ANR en el poder.
Alfredo Boccia, escritor, médico, miembro de las academias de la Lengua y de la Historia, afirma que ningún partido político de Latinoamérica, y quizá del mundo, hizo un uso tan hábil del clientelismo político, y que país alguno posee una estructura similar a las seccionales coloradas ni el peronismo en la Argentina ni el PT en el Brasil. Es un fenómeno insólito, reconoce, que un partido que apoyó a una dictadura, y cuando cae la dictadura –echada por el propio partido– continúe tutelando la transición democrática, dando avances incluso, lentos, graduales, “por eso tenemos una transición tan larga”.

–Se dice que Paraguay tiene una escasa tradición democrática.

–Tenemos, claro que es poca, claro que es así. Fijate que tuvimos la dictadura de Francia, la de los dos López y la de Stroessner, y ahí está resumido un alto porcentaje de la vida independiente del Paraguay. Está en el libro, tenemos cuatro presidentes y en el medio una cantidad de pequeñas dictaduras, como la de Morínigo, y otras, Y realmente es increíble que la primera alternancia por vía pacífica, en toda nuestra historia independiente, haya sido la del 2008. Nunca antes cambiamos de signo político si no fuera a balazos o cañonazos.

–Y este es el periodo más largo de democracia, de libertades públicas en nuestra historia.

–Hubo una isla de democracia allá por el 20, en la época liberal, pero después hubo un periodo anárquico antes de Stroessner, que no sé hasta qué punto se podía llamar democrático; después vinieron 35 años de stronismo. Por eso es que nuestra democracia es de tan mala calidad.

Los chilenos, los uruguayos, los brasileños e incluso los argentinos tuvieron también interrumpido su proceso democrático por dictaduras militares, pero ellos tenían historia, y cuando se libraron de los dictadores simplemente volvieron a colocar el chip que ya conocían. Los paraguayos, en cambio, empezamos a gatear porque todo era la novedad para nosotros. Desde nuestros dirigentes hasta nuestra gente.

Encima no tuvimos alternancia. Porque yo creo que las cosas hubieran ido más rápido por lo menos si en el 93 ganaba la oposición; los colorados iban a volver, conociéndolos ahora iban a volver, pero iban a volver probablemente más depurados.

–¿Desde cuándo están los colorados en el poder?

–Desde Morínigo, desde el 47. La guerra civil del 47 es el gran parteaguas del pasado y del comienzo de la tragedia paraguaya.

En el 47 ellos ganan y expulsan a toda la dirigencia opositora; toda la dirigencia liberal, la febrerista, la comunista, se tienen que ir a la Argentina y quedan descabezados los partidos. Y los colorados cada vez que no tienen un enemigo se pelean entre ellos.

Lo primero que hacen es echarle a Morínigo, y tienen una sucesión de presidentes a lo largo del 47 hasta el 54, que es el periodo de la anarquía colorada. La oposición miraba desde Buenos Aires porque no había libertad, no podían volver, etcétera. Y ahí viene Stroessner: Un militar a quien, los colorados pensaban, ‘lo vamos a manejar’, y en realidad fueron los militares los que manejaron el Partido Colorado. La gran habilidad de Stroessner es esa, ser el gran árbitro, el gran equilibrista entre los militares y el Partido Colorado.

Y es el único dictador de la región que tiene apoyo de un partido político. Videla era un militar sin partido; los generales brasileños eran militares sin partido; Pinochet no tenía partido político y los uruguayos tampoco.

–¿El ambiente político y social de la época colaboró?

–Ayudó muchísimo. A la habilidad natural de Stroessner, de desprenderse de cuanta gente le pudiera hacer sombra, que era fundamentalmente gente de su propio partido. Stroessner encaja perfectamente en su época, porque se da cuenta de que era posguerra mundial, comienzo de la Guerra Fría, la influencia norteamericana en América Latina, y él se convierte en el campeón continental del anticomunismo.

–Casi como una tormenta perfecta.

–Sí. En Paraguay no había comunistas. De hecho, cuando hubo elecciones nunca el Partido Comunista llegó ni al 1% de los votos.

Pero era inventar un enemigo interno para justificar la represión con el apoyo yanqui. Entonces, se convirtió en un aliado de los yanquis y eso funcionó perfectamente. Paraguay nunca fue un problema para Estados Unidos, al contrario. Y además, todo el resto, su habilidad para desprenderse de los peligros. Era un tipo sin ningún tipo de escrúpulo, era capaz de expulsar, y de hecho expulsó a los que lo llevaron al poder, como Epifanio Méndez Fleitas y a muchos otros.

Pero los colorados también tienen esa característica, que yo cito en el libro, esa capacidad de no irse del partido, de no disgregarse. La dirigencia de Mopoco era gente importante, abogados, profesores universitarios, gente que ocupaba cargos en la Junta de Gobierno, expulsados a la Argentina. No pudieron volver nunca más, ni para el velorio de sus madres, no les dejaban. Vivían mal allá porque eran gente que estaba bien acomodada acá, pero allá estaban buscando empleo, trabajando.

Lo que pensaban que iba a durar dos o tres años duró veintitantos porque del 59 al 84, hay un cuarto de siglo casi. En el 84 les dejan venir y ¿vos creés que uno de ellos dejó el Partido Colorado? Ninguno. Todos siguieron ahí.

En cambio, los liberales tienen peleas que se transforman en odios generacionales, no se habla este con este porque sus abuelos se habían peleado, y tienen una tendencia a disgregarse. Es una característica histórica increíble, no sé por qué así.

–¿Siempre fue así?

–Siempre fue así. Y lo curioso es que ambos partidos tienen orígenes idénticos. Es la misma gente, el mismo pensamiento, la misma época. Era el mismo club, después se separó en dos; los colorados tenían más legionarios que los liberales; sin embargo, ellos rápidamente logran endilgarle a los liberales el mote de legionario, y nunca pudieron desprenderse de eso.

Ven la figura de Bernardino Caballero, militar, amigo del Mariscal, como el hombre que marcaba la diferencia con los civiles ilustrados intelectuales del Partido Liberal y ahí se empiezan a tejer dos estilos distintos de gobierno y de hacer política.

Y para peor, viene O’Leary y crea unos mitos fantásticos. O’Leary inventa la historia del Paraguay, que hasta ahora dice Santiago Peña que era una potencia continental, que no tenía analfabetismo, que éramos la envidia de América. Absurdo es.

España en esa misma época tenía como 50 o 60 por ciento de analfabetismo, y gua’u que en una alejada y mediterránea colonia, no iba a haber analfabetismo. Para empezar no había escuela. Segundo, no se les enseñaba a las mujeres ni a las niñas, y ahí ya está el 50% la población. Tercero, había una población indígena mucho más alta que ahora que no hablaba castellano.

¿Y quién viene entonces? El general Caballero, primer reconstructor. Después vienen gobiernos liberales anárquicos, funden todo otra vez. Entonces, viene el segundo reconstructor, Stroessner. Y se hace un hilo histórico que increíblemente da resultado comunicacional. Porque se repite en las escuelas, en los libros de texto, en el diario Patria, a lo largo de 30 años y se termina instalando una mentira histórica exitosa.

–Y ese culto al héroe nacional se construyó bien.

–Claro, pero también tuvieron suerte. Porque los febreristas fueron los que primero se volvieron lopistas. Había la antigua polémica, López héroe o villano, la pelea entre O’Leary y Cecilio Cecilio Báez, etc. Pero curiosamente Franco es el que reivindica, hace un decreto que dice que a partir de hoy se le declara héroe, y se borran todos los decretos que decían que era traidor y se va y trae gua’u su cuerpo de Cerro Corá, y crea el Panteón Nacional de los héroes, o sea, fortalece el mito y después cae a los pocos meses. Y, ¿a quién le beneficia eso? A la vieja historia del Partido Colorado. Después viene Estigarribia, hace una Constitución, se muere en un accidente de aviación, y queda para Stroessner.

–¿Cuál es el peso del prebendarismo y el clientelismo?

–Eso es extraordinario. Marcelo Lachi, el sociólogo, tiene un libro que se llama Correligionarios , en donde hace estudios y encuestas, sobre el comportamiento de los colorados y los liberales con respecto a su partido. Él partía de la premisa de que el prebendarismo, el clientelismo, eran la principal fuerza que hacía que el Partido Colorado ganara. Las encuestas le revelaron que sí, claro que es importante, porque la gente se afilia para conseguir trabajo. La Seccional es la puerta de entrada para un cargo público, para ser maestra, para ser policía, hasta ahora. Hasta ahora creo que no hay ningún general liberal. A la escuela militar no se entraba, había facultades donde no se entraba sin recomendación. Eso se mantuvo tanto tiempo que se naturalizó, pero ¿qué demuestra Lachi? que es más fuerte la identidad familiar, la identidad emocional, es decir uno es colorado como un segundo apellido, como parte de una identidad. Es muy fuerte en los dos partidos, pero curiosamente más fuerte en el coloradismo, claro está más cerca del poder. Y las encuestas demuestran que las familias coloradas son más fanáticas a su partido que las familias liberales.

–¿Cómo llegamos al nivel de corrupción que tenemos, y la filtración del crimen organizado y el narco?

–Hay un elemento que fue muy bien analizado por varios historiadores, empezando por Aníbal Miranda, Juan Carlos Herken, y Benjamín Arditi; Aníbal Miranda tiene un libro que se titula así, ANR, la máxima organización mafiosa .

En realidad, buena parte de este sistema se basa en el pacto entre el Partido Colorado y lo que llaman la burguesía fraudulenta, que es el empresariado, vinculado al Estado o que hace negocios subterráneos con el amparo del Estado.

Después, los negocios vinculados a las licitaciones del Estado, el manejo de las grandes represas y, últimamente, el lavado de dinero y el negocio informal del contrabando, de todo tipo de tráfico, y ahí entran los narcos.

Porque si hacés una encuesta en narcolandia, vas a ver que la mayoría de ellos son colorados, porque no tiene sentido hacer alianza con la oposición, si lo que necesitás es protección.

Siempre cuento la anécdota de J. Eugenio Jacquet, ministro de Justicia de Stroessner, que fue a Tacumbú a recorrer y a la salida le preguntaron qué encontró y cómo vio la situación carcelaria del país, y lo que descubrí, dijo, es que incluso en Tacumbú el Partido Colorado es amplia mayoría.

Hay un pacto que permite que el Partido Colorado se nutra también de fondos, mientras permite que otros se enriquezcan. En la época de Stroessner, ese otro era fundamentalmente los militares, era lo que llamaban el precio de la paz, Stroessner decía, “El precio de la paz”, le damos 5.000 hectáreas en el Chaco a este, 3.000 a este, y así se llevaron 5 millones de hectáreas. Casi todos militares, pero también a políticos. Esos militares hoy no están en el poder, finalmente los militares fueron los que mejor se portaron en la transición.

Pero su lugar fue reemplazado por los narcos y los lavadores. Entonces, hoy la unidad granítica es gobierno, Partido Colorado y narco-Estado. Lo cual tiene lógica. Por eso es que somos un país tan corrupto.

Estos les permite ganar elecciones, esto les permite hacer negocios y todo está controlado por el Gobierno, que le da la impunidad, que es fundamental.

–¿Hay un modelo diferente de gestión, con menos influencia de las seccionales?

–Lo que ha aumentado con respecto al pasado reciente es el peso de los narcos, o del crimen organizado. Es muchísimo más amplio ahora y es más peligroso porque la Seccional tenía un esquema que favorecía más o menos con cierta formalidad al partido, pero estos pasan por encima de todo. Los narcos al comienzo tenían sus abogados que se convertían en concejales o diputados, y ahora son ellos mismos. Los políticos se convirtieron en narco, ahora los narcos quieren hacer política. La misma estructura, pero con otros integrantes.

–¿El actual acaparamiento de poderes del Estado es igual al de la dictadura?

–Sí, tiene otras características, ahora hay reglas democráticas, el Partido Colorado igual gana. Pero cada vez se parecen en muchos aspectos más a esto, ¿qué había durante el stronismo? Una asfixia política, con límites muy sólidos para las actividades democráticas, para el disenso. Un copamiento de los poderes por solamente el Partido Colorado sin compartirlo con otro. Un Parlamento absolutamente fiel a los mandatos del stronismo. Con una mayoría muy amplia.

La diferencia está en la libertad de prensa. Ellos atacaron a las voces más altisonantes como la de Kattya, a Prieto también, atacaron a las ONG, que son estructura de organización ciudadana finalmente de la sociedad civil, y no se atreven todavía a hacer embates contra la libertad de prensa, pero tiene sus propios medios de prensa, su diario Patria, en impreso, radio y televisión, aunque nadie lee. Hay muchos elementos parecidos, pero hay que marcar también las diferencias, no hay tortura, no hay exilio, hay libertad de expresión, hay libertad de prensa; las épocas son distintas, el contexto internacional también.

–¿La sociedad civil que tenemos es una consecuencia del mismo proceso?

–No sé, no tengo muy claro por qué el paraguayo es tan… también es una cuestión cultural. Tiene tan poca cultura callejera, de protesta callejera; no es como los del Río de la Plata o Brasil en donde cualquier movimiento político o social o étnico te junta rápidamente 10.000 personas en la calle para protestar. El paraguayo nunca fue así ni en dictadura ni tampoco en democracia. Fíjate, que nuestras protestas son efímeras, son esporádicas y efímeras; raras veces la gente por algún motivo explota y no es muy claro tampoco qué es lo que le lleva a explotar. Pero de repente algo les molesta, por ejemplo, la violencia política ocasionó el marzo paraguayo. La desfachatez política ocasionó aquellos los dipuchorros que tuvieron que salir volando, o el intento de reelección ocasionó la quema del Congreso. Pero son tres episodios en 20 años. Es poco para tanta corrupción. Yo no sé si el paraguayo tiene miedo o tiene nomás un gen distinto, histórico-cultural diferente al de los argentinos y uruguayos. Somos nomás luego así probablemente...

–La democracia en Paraguay depende de la democratización del Partido Colorado se decía, eso sigue vigente?

–Sí. Porque pase lo que pase, un partido como este va a estar inserto en nuestra sociedad, pase lo que pase, fíjate, cómo termina el libro diciendo que ahora estamos en una especie de deriva autoritaria, cada vez de más autoritarismo. Llevado, ¿por quién? Por el partido Colorado. Pero otras veces que sucedió esto, surgió de dentro de ese mismo partido, que tiene tantas caras, el sector más fuerte para impedirlo, ¿verdad? Porque este es un partido que también puede regenerarse.

Es decir, o nos democratizamos mejor o nos acercamos a la dictadura, pero en las dos puntas del camino vas a encontrar al Partido Colorado.

Y cada vez que tienen la cancha favorable, inclinada y no tienen oposición, son brutales entre ellos, pero apenas ven en peligro el poder, se juntan, son hermanitos y viene el abrazo republicano. Y como te digo, eso no se ve en otros partidos, pero después ganan y se vuelven a enfrentar y el principal enemigo de la ANR es otro sector de la ANR, más que la oposición, que la mayor parte del tiempo parece mirar desde la grada y pelearse entre ellos.

Hoy la unidad granítica es Gobierno, Partido Colorado y narco-Estado. Por eso es que somos un país tan corrupto. Esto les permite ganar elecciones, hacer negocios y todo está controlado por el gobierno.
Cada vez que tienen la cancha inclinada y no tienen oposición, son brutales entre ellos, pero apenas ven en peligro el poder, se juntan, y viene el abrazo republicano.
En Paraguay no había comunistas. De hecho, cuando hubo elecciones nunca el Partido Comunista llegó ni al 1% de los votos. Pero había que inventar un enemigo interno para justificar la represión con el apoyo yanqui.

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