Los hechos que están aconteciendo en Ciudad del Este, en torno a la disputa por el poder para administrar el segundo municipio más importante después de la capital, son sin dudas muy vergonzosos. Esto sin mencionar el peligro que supone para nuestro sistema democrático que los políticos, enceguecidos por su ambición y obsesión por el poder, rompan las reglas de la convivencia democrática y el respeto a las instituciones.
La Junta Municipal había aprobado hace tres meses la intervención de una administración muy cuestionada por la ciudadanía esteña. Lo cual fue posible al mismo tiempo con la presión ejercida por la propia ciudadanía que durante semanas se manifestó denunciando la falta de transparencia en la gestión del clan Zacarías, que ya lleva 18 años en el poder.
La intervención de la Municipalidad de Ciudad del Este se dio ante diversas acusaciones de presuntas irregularidades en la gestión de la intendenta Sandra McLeod de Zacarías, quien junto a su marido, el senador colorado Javier Zacarías Irún, y otros familiares son objeto de investigación por parte de la Fiscalía de Delitos Económicos por presunto enriquecimiento ilícito.
Ahora, en un nuevo capítulo de esta historia, políticos paraguayos lograron profundizar aún más la crisis, la confusión y la misma falta de credibilidad en ellos.
El concejal Celso Kelembu Miranda informó hace unos días que él fue electo intendente de Ciudad del Este, en una sesión extraordinaria, en reemplazo de Sandra McLeod, cuya renuncia aceptaron en una tan rápida como inusual sesión conformada por siete concejales del ala zacarista de la Junta Municipal.
Horas después de su muy peculiar nombramiento, el concejal devenido en intendente reconoció que toda la operación había sido una maniobra para evitar la destitución de Sandra McLeod. “Los Zacarías querían que se acepte la dimisión por la sanción política que iba a tener Sandra si era destituida. A ellos les importa un carajo mi candidatura”, había manifestó Celso Miranda, en una entrevista por Radio Monumental 1080 AM.
Es en tiempos de crisis y confusión cuando las instituciones son puestas a prueba.
En nuestro caso y hasta el momento no han estado a la altura de las expectativas ninguno de los tres poderes del Estado, y son por tanto cómplices todos de los vergonzosos hechos de Ciudad del Este, que no solo muestran el peor rostro de la política paraguaya sino también hablan de una democracia violentada por los intereses particulares de un grupo de personas que solo piensan en sus propios beneficios. Eso no es democracia.