Hubo en el pasado cercano situaciones que dejaron a toda la sociedad sorprendida. Nos referimos en primer lugar a los resultados del Operativo A Ultranza Py, que desnudó los niveles de consumo y lujo de las personas que se estuvieron beneficiando con los recursos del narcotráfico, entre ellas personas que fungían de líderes espirituales como el pastor José Insfrán y el diputado y dirigente cooperativo colorado Juan Carlos Ozorio. Los bienes incautados durante esta operación explican el poderío que alcanzan manejando el dinero sucio del narcotráfico y del crimen organizado. Yates, vehículos de alta gama, avionetas y helicópteros, así como ganado y residencias lujosas en zonas privilegiadas.
Otra situación que nos dio un tremendo baño de realidad fueron las sucesivas incautaciones de droga en puertos europeos; y es que lamentablemente es una vergonzosa realidad que, pese a las incautaciones, el envío de cocaína a Europa goza de buena salud. Uno de los últimos fue un cargamento de cocaína interceptado en el puerto de Amberes, Bélgica: 5.170 kilos de la droga escondida entre paquetes de arroz provenientes de nuestro país. Las autoridades presumen que el cargamento tenía un valor de 250 millones de dólares.
En menos de dos años fueron incautadas más de 42 toneladas de cocaína que salieron de nuestro país rumbo a puertos de Europa, y, según los investigadores, se utiliza para ello la hidrovía Paraguay-Paraná, ruta que estaría controlada por el Primer Comando de la Capital (PCC). La droga llega a Paraguay vía aérea por el Chaco, generalmente desde Bolivia; de allí es recogida por personas que trabajan para la organización y se encargan de transportarla a depósitos. Lo que se supone es que el crimen organizado contamina cargas lícitas de empresas de buen nombre para evitar las sospechas.
Sin embargo, se debe asumir el hecho de que nada de esto acontecería sin la protección y complicidad de autoridades comprometidas con la delincuencia. Pero no es solamente nuestra fragilidad institucional el principal escollo para lograr un efectivo combate al narcotráfico y el crimen organizado.
Es hora de entender que las complicidades van mucho más allá de los funcionarios y de los políticos que aceptan el dinero sucio para ganar elecciones. También hay un sector empresarial que ha elegido no ver y callar. Después de todo, quiénes les alquilan los depósitos, quiénes les venden y alquilan las casas y los vehículos de lujo.
Como dice el director de Comunicaciones de la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad), el tráfico de droga fronterizo siempre existió y probablemente continúe, pero sin dudas se nota un mayor desarrollo del tráfico de droga en una modalidad más empresarial, y a través de la vía fluvial marítima. Ese nuevo fenómeno, que se desarrolló en los últimos años, ha permitido el envío de miles de kilos de cocaína en contenedores. Para manejar esos grandes volúmenes de droga, es evidente que se requiere de una “logística empresarial-financiera mucho mayor”. En nuestra situación actual resulta muy preocupante esta nueva alianza entre el traficante de drogas con importantes sectores empresariales. Esto, sin ninguna duda, les otorga a las organizaciones criminales un perfil diferente. Esta situación debe ser aclarada, pues resulta una peligrosa alianza.
Debemos superar el estupor, debemos superar el asombro ante las espectaculares imágenes de la vida de lujos que se permiten los criminales y narcos, recordando que ellos viven entre nosotros. Teniendo siempre presente el daño que han hecho hasta ahora filtrando sus descomunales recursos en la política, corrompiendo y degradando la que debería ser una actividad que busca siempre el bien común y el bienestar de la sociedad.