El 28 de mayo de 1959, en el día de Corpus Christi, comenzó una protesta estudiantil que habría de extenderse por varias semanas en Asunción.
El motivo inmediato de la protesta fue la suba del precio del pasaje de ómnibus de tres a cinco guaraníes.
Por entonces había billetes de un guaraní y monedas para los céntimos, algo que nos parece raro ahora a causa de la inflación habida desde entonces. También nos parece rara aquella movilización estudiantil que, con mayor o menor intensidad, se mantuvo hasta mediados de setiembre. Rara porque hoy la gente no se moviliza fácilmente por una causa pública.
En 1959, la suba del pasaje fue la gota que colmó el vaso.
Ya se podía ver que Stroessner, llegado al poder con el pretexto de poner fin a la corrupción y a la anarquía, no pensaba tanto en el país como en sí mismo.
Al poco tiempo comenzó a deshacerse de quienes lo habían apoyado a ascender en el Partido Colorado y en el ejército. En agosto de 1958, reprimió a los obreros que pedían mejoras salariales. En mayo de 1959, a los estudiantes y a los colorados disidentes.
A fines de 1959, el Fondo Monetario Internacional (FMI) dijo que el Paraguay era “el asombro del mundo”. Debió decir del propio FMI, por haber aplicado sus recomendaciones: fue uno de los primeros países en hacerlo.
Los paraguayos tenían otra opinión, y de ahí sus protestas de 1958 y 1959; justificadas pero ineficaces porque, para entonces, el poder real estaba en el ejército.
Los alumnos del Colegio Nacional iniciaron las protestas bajo el liderazgo del centro 23 de Octubre, que organizó la manifestación del 28 de mayo en la Plaza Italia.
La represión policial no solo alcanzó a los estudiantes, sino también a los diputados Miguel Ángel González Casabianca y Fulgencio Aldana, allí presentes.
La Cámara de Diputados pidió el procesamiento del jefe de Policía; Stroessner respondió disolviendo la Cámara y apresando a más diputados.
El 29 de mayo miles de jóvenes marcharon desde la Escuela de Comercio (Iturbe y Mariscal Estigarribia) hasta el Nacional.
Los estudiantes de otros colegios y los de varias facultades se sumaron a las protestas, realizadas en varios puntos de la capital. Fueron especialmente combativas las instituciones públicas (Colegio Nacional, Normal de Niñas).
Entre las tropelías de la policía se cuentan el asalto del Nacional y la destrucción de su laboratorio de química; el apresamiento y tratamiento brutal de centenares de personas (algunas simples transeúntes); la muerte del estudiante Víctor Miranda.
La represión tuvo ribetes grotescos: para garantizar el orden, la policía montada irrumpió en el Bolsi (Estrella y Alberdi), donde tomaban café varios desaprensivos integrantes de una compañía española de zarzuelas y un periodista del New York Times, quienes recibieron un tratamiento de estudiantes.
Recordándolo con uno de los luchadores del 59, Santiago Maldonado, lamentó lo poco que recordamos de aquellos días.
Por cierto, la juventud no podía tumbar al régimen, pero el haberlo intentado merece una mayor memoria.