13 may. 2024

“Paraguay quedó desplazado muy pronto del negocio de la stevia”

Tras el fracaso del país para ingresar en el mercado de la stevia, plantea una acción conjunta con la región para negociar reglas internacionales que favorezcan su desarrollo en condiciones de mayor igualdad.

Investigación. Santiago Liaudat describe  cómo las potencias  explotaron la stevia.

Investigación. Santiago Liaudat describe cómo las potencias explotaron la stevia.

Por Lida Duarte

El investigador argentino Santiago Liaudat se explayó sobre algunos hallazgos publicados recientemente en su libro Stevia. Conocimiento, propiedad intelectual y acumulación de capital, donde hace un recorrido histórico sobre la extracción de la planta de Paraguay y su explotación comercial a través de multinacionales. En ese sentido, presenta una mirada crítica hacia el capitalismo que operó en detrimento de los derechos del país y, sobre todo, de los pueblos indígenas, cuyos conocimientos fueron utilizados sin ninguna retribución económica.

–¿Cómo fue el proceso de extracción de la stevia o ka’a he’ê de Paraguay?

–A fines del siglo XIX, Moisés Bertoni es el primer científico occidental que toma contacto con la planta y a partir de eso la planta deja de estar exclusivamente en el uso indígena de los guaraníes de la región de Amambay y pasa a ser un objeto científico de la botánica, de la química, de la biología y, a partir de eso, se presentan un conjunto de transformaciones muy importantes que yo trabajo en el libro, donde muestro el pasaje del uso local a un objeto científico, en el que ingresa a un horizonte de la sociedad moderna capitalista. Esa transformación tiene una serie de consecuencias, ya que la planta empieza a ser vista como una potencial mercancía. Este interés va a hacer que en reiteradas veces se intente explotar comercialmente la planta, pero que fracasan durante unos 50 a 60 años hasta que en la década de 1960, un empresario paraguayo, Luis Enrique de Gasperi, es el primero que realiza una explotación comercial exitosa.

–¿Qué sucede posteriormente en el aspecto comercial de la stevia?

–A partir de eso empieza toda la historia de comercialización de la planta y uno de los puntos de inflexión es el arribo de Japón, que en la segunda posguerra prohíbe el consumo de edulcorantes sintéticos. Entonces sale a la búsqueda de alternativas y encuentra en la stevia esa fuente de edulcorante natural, así en paralelo con la explotación de De Gasperi comienza a extraer especies silvestres y las exporta a Japón para su estudio y reproducción. Obviamente el volumen de los capitales japoneses es mucho más importante que el de los paraguayos, entonces Japón se desprende del origen de la planta y se convierte en una década en el principal productor y consumidor de stevia en el mundo. Las empresas japonesas expanden el mercado de la stevia en el Oriente, en el Asia, y de hecho la explotación comienza a ser descentralizada de Japón hacia países con mano de obra más barata y recursos naturales más abundantes. Así es que la stevia empieza a ser producida en China, Malasia, en Filipinas y Japón hace el procesamiento industrial, de esta manera Paraguay queda desplazado muy tempranamente del negocio de la stevia.

–Usted menciona en el libro el fracaso de Paraguay en el desarrollo de la industria de la stevia. ¿Por qué el país no pudo avanzar hacia el valor agregado de la planta?

–Hay múltiples razones. Primero hay que destacar que un conjunto de técnicos, científicos, incluso empresarios, durante mucho tiempo insistieron en que necesitaban el apoyo de los gobiernos para industrializar la stevia a nivel local. Son debilidades estructurales, falta de apoyo de los gobiernos, sobre todo en la etapa inicial de Stroessner y que en los últimos años, sobre todo en la etapa de Fernando Lugo, cuando se abrió el comercio global de la stevia, había un punto de acuerdo con la oposición acerca de que la stevia representaba una ventana de oportunidad para el Paraguay; sin embargo, eso era más un eslogan que una realidad, porque existen una serie de normativas internacionales que hacen que un país como Paraguay no pueda ingresar en ese mercado tan concentrado. Entonces, creo que por más que los gobiernos hubieran apoyado la industrialización de la stevia, hubiera sido muy difícil para el país poder competir con las grandes potencias, como es el caso de Japón en un primer momento y más adelante, Estados Unidos.

–¿Cuáles son esas normativas internacionales que actuaron como barrera para Paraguay?

–Bueno, Japón despega en la década de 1970 con la explotación de la stevia manufacturada industrial con mucha tecnología e intenta ingresar a otros mercados, sobre todo a Europa y EEUU, y se encuentra con que la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) bloquea el ingreso de la stevia y pasa a considerarla casi como una planta ilegal y esto tiene que ver con que competía con edulcorantes químicos de origen norteamericano, particularmente, en ese momento estaba despegando el aspartamo, que es el edulcorante base de NutraSweet, que era la empresa de Monsanto. Entonces estaba compitiendo con intereses concentrados muy importantes. Como Europa hace lo mismo, la stevia queda como un producto concentrado en el mercado oriental y en un mercado paraguayo, argentino y brasileño, pero en los últimos 20 años empezó a cambiar la percepción sobre los edulcorantes químicos, y aparece el interés por la stevia, incluso desde las grandes corporaciones del tamaño de Cargill, Coca-Cola, Monsanto. Ahí empiezan a operar en los organismos internacionales de sanidad, particularmente en el Comité Mixto de Aditivos Alimentario de la FAO y la OMS, para lograr la aprobación de la stevia, pero se aprueba con un altísimo nivel de refinamiento. Esto es importante entenderlo para ver cómo opera el capitalismo porque esto significó que aquellos que no llegaban a ese nivel de purificación no podían vender en el mercado mundial; entonces, este organismo presuntamente neutral en realidad sirvió a la concentración de capital en las manos de siempre, porque puso una barrera tecnológica tan alta que quienes no la superaban, simplemente quedaban afuera y esto fue lo que le pasó a la manufactura paraguaya.

–¿Qué acciones se pueden tomar a partir de ahora y qué beneficios puede lograr Paraguay?

–Hay una jurisprudencia internacional que permite que a pueblos originarios, cuyos conocimientos son explotados comercialmente, exigir una retribución. Otra vía es cómo el Paraguay desarrolla una estrategia que necesariamente requiere de un papel protagónico del Estado, que puede incluir al sector privado, en tanto que haya interés de invertir en esta causa. Si hay una salida para esto es en conjunto. Brasil, por ejemplo, tiene una cierta capacidad productiva instalada en el estado de Paraná, entonces podría ser un actor interesado, mientras que Argentina posee también algunas empresas en Misiones que trabajan con la stevia, entonces tranquilamente podría pensarse en una estrategia regional.

–En la última década el ingreso anual más importante por la exportación de stevia fue de 2,5 millones de dólares. Ese monto ¿qué representa en el mercado internacional?

–No representa nada, estamos hablando de miles de millones de dólares, con un crecimiento en los últimos diez años de 5.000% en la facturación global.

Perfil
Santiago Liaudat se desempeña como profesor de Filosofía en La Plata, Argentina. Es especialista en Estudios Latinoamericanos y actualmente realiza el doctorado en Ciencias Sociales en la Universidad de Buenos Aires. Como investigador publicó varios libros, siendo su aporte más reciente Stevia. Conocimiento, propiedad intelectual y acumulación de capital, a través de la editorial Prometeo.

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