Hasta hora, si nos basamos en el derecho de los conflictos armados, los países de la OTAN no han cruzado esta línea roja y esto pese al incremento del apoyo militar, subraya Julia Grignon, investigadora del Instituto de investigación estratégica de la Escuela militar (Irsem).
“Financiar, equipar o entrenar fuerzas armadas no es suficiente para que un Estado entre al conflicto armado”, dijo esta especialista en derecho de conflictos armados.
“Si fuera el caso, cada vez que un Estado financia, equipa o entrena fuerzas armadas extranjeras, entonces ya hubiera estallado la Tercera Guerra Mundial desde hace tiempo, pues los Estados se venden entre ellos armas, se forman militares en el extranjero, etc...”, añade.
RESPETO A LA REGLA. Al suministrar blindados de tipo Guepard (Alemania), cañones Caesar (Francia) o misiles antiaéreos Starstreak (Reino Unido), los países occidentales, que anunciaron el martes un incremento de su ayuda militar al gobierno ucraniano, siguen respetando al menos teóricamente la regla.
“El solo hecho de suministrar armas y otros materiales de apoyo a las fuerzas armadas ucranianas no significa que los Estados que los apoyan hacen parte” del conflicto armado, señala el profesor estadounidense Michael Schmitt, especialista de asuntos relacionados con el derecho internacional humanitario y el recurso a la fuerza.
COBELIGERANCIA. El asunto sería distinto si ellos decidieran participar directamente en las hostilidades enviando tropas al terreno, algo descartado hasta ahora por Occidente, en primer lugar Estados Unidos. Y con razón.
“A partir del momento en que las tropas de la OTAN, actualmente estacionadas en los países limítrofes de Ucrania, ingresen a territorio ucraniano, ahí si no habría duda” de su cobeligerancia, considera Grignon.
El asunto podría también plantearse si los países occidentales participan en la planificación militar y la supervisión de las operaciones militares, como fue el caso de la coalición internacional en su lucha contra la organización Estado islámico en Irak y en Siria.
Respecto al asunto de una zona de exclusión aérea, descartada por la misma OTAN, convertiría de facto en cobeligerantes a los países que la apliquen y la hagan respetar.
“Si algunos Estados, tal vez con fines humanitarios, declaran una zona de exclusión aérea en sectores del espacio aéreo ucraniano y utilizan luego la fuerza contra aviones y helicópteros rusos para hacerlo respetar”, estaremos en el caso de un conflicto armado “entre ellos y Rusia”, considera el profesor Schmitt en una nota publicada a inicios de marzo.
INCERTIDUMBRE. Tras el debate semántico y jurídico, hay incertidumbre sobre la magnitud y la naturaleza de la reacción de Rusia que esgrime amenazas desde el inicio de la invasión en caso de injerencia.
“Participar en un conflicto armado significa que usted puede realizar ataques ofensivos o ser objeto de ataques defensivos en su territorio”, dice Grignon.
Al hablar ante el parlamento el miércoles, el presidente ruso Vladimir Putin advirtió contra cualquier intervención exterior en el conflicto en Ucrania, prometiendo si es el caso una respuesta rápida como un “relámpago”.
DENUNCIA. Dos días antes, el jefe de la diplomacia rusa Serguéi Lavrov había denunciado los suministros occidentales de armas sofisticadas, vehículos blindados y drones de punta a Ucrania, en lo que ve una provocación destinada a prolongar el conflicto en lugar de ponerle fin.
“La OTAN en sustancia se ha lanzado en una guerra con Rusia a través de un intermediario y también da armamento a ese intermediario. Eso significa la guerra”, declaró, antes de garantizar que Rusia hace todo por preservar el principio de no recurrir al arma nuclear.
Rusia responde a ataques con nuevos bombardeos
Rusia ha respondido a los ataques fronterizos ucranianos con el lanzamiento de misiles contra objetivos estratégicos en Kiev y otras partes del país, mientras Ucrania confía en la pronta llegada de la ingente asistencia militar prometida por el presidente de EEUU, Joe Biden.
El Ejército ucraniano, según Moscú, atacó de nuevo territorio ruso pese a la advertencia de que dichas incursiones y acciones de sabotaje provocarían represalias rusas contra los centros de mando ucranianos.
Uno de los objetivos fue un departamento fronterizo del Servicio Federal de Seguridad (FSB, antiguo KGB) en la región de Briansk, limítrofe con la ucraniana Chernígov.
Según el gobernador de la región, Alexandr Bogomaz, el ataque con proyectiles de mortero no causó víctimas.
El segundo objetivo atribuido a los militares ucranianos fue un puesto fronterizo situado en la región de Kursk, vecina de la ucraniana de Sumy.
La respuesta rusa no se hizo esperar. Según las autoridades locales, los guardias fronterizos rusos respondieron al ataque y destruyeron las posiciones desde las que se lanzó el bombardeo. Además, un submarino ruso lanzó el viernes varios misiles de crucero Kalibr contra objetivos ucranianos desde el mar Negro. EFE