A menudo se habla del grave déficit de los Municipios para enfrentar las consecuencias de los sucesos climáticos, pero de lo que como sociedad no se debate es sobre la mala gestión de las autoridades municipales.
Esta vez, las tormentas que azotaron prácticamente todo el país dejaron un reguero de destrucción a su paso. En particular, fue brutal la acción de dos tornados en un espacio muy breve de tiempo. El primero, en San Pedro y el segundo, en la Cordillera. Explican los expertos que no se trata de que el cambio climático genere más tornados, sino que lo que en el país eran fenómenos aislados en el pasado, ahora pueden ser más frecuentes, y lo que es peor, más intensos. Porque de hecho que el cambio climático en general supone que se intensifiquen los fenómenos extremos del clima. Esto es debido a que tanto los tornados como las tormentas intensas ocurren tras episodios de olas de calor, como lo venimos experimentando.
Olas de calor, periodos de lluvias abundantes, tormentas severas, el menú del desastre está servido, particularmente cuando consideramos las condiciones en que se encuentra la infraestructura de nuestras ciudades.
El crecimiento desordenado de nuestras poblaciones, la falta de organización y, particularmente, la ausencia de planificación de parte de las autoridades municipales aportan el contexto en el cual lluvias y tormentas dejan terribles secuelas. Los últimos acontecimientos nos muestran precisamente el elevado costo que tiene la ineficiencia y la desidia.
Las consecuencias de los fenómenos climáticos extremos se traducirán en pérdidas materiales y en vidas humanas, advertían los expertos. Pero nosotros ya nos encontramos en ese futuro anunciado, y en toda su magnitud lo vivieron los pobladores de Santaní y en Mbocayaty del Yhaguy, así como los dos jóvenes arrastrados por el raudal en la ciudad de Lambaré.
Las ciudades de todo el país fueron creciendo sin planificación, el asfalto y el cemento fueron cubriendo cauces de agua naturales y eso, sumado a que el desagüe pluvial es una excepción, produce como resultado furiosos raudales. Por un lado, se debe lamentablemente sumar a la población como parte del problema cuando esta tira sus desperdicios a la calle o a los cursos de agua de manera irregular, que a su vez en los casos lluvia abundante tapona los pocos desagües disponibles y agrava los raudales. Sin embargo, debido también a la ineficiencia y falta de planificación de las autoridades la gestión de los desperdicios es un problema sin resolver y hay zonas en donde no existe dicho servicio. Además de eso, el municipio debe asumir su responsabilidad para crear construir una conciencia y un compromiso de los pobladores con su ciudad, ese es parte del trabajo de las autoridades.
Tras los graves hechos que costaron la vida de dos jóvenes en la ciudad de Lambaré, el intendente dijo que, cuando se registran importantes lluvias el 100% de las calles de la ciudad se inundan.
El trabajo de los intendentes es administrar y organizar la vida de la ciudad. Un intendente, en vez decir que toda la ciudad que está a su cargo es una zona roja cuando llueve, debe explicar qué es lo que está haciendo para resolver el problema. Lo mismo se aplica para los demás 254 intendentes del país.
Urge por lo tanto mayor compromiso de parte de la ciudadanía, no solo para dejar de depositar sus basura en los arroyos o la calle, sino para ejercer mayor presión a las autoridades municipales. Los paraguayos no merecen vivir en el caos y la incertidumbre en los días de tormenta, el país no se puede cancelar por motivos de lluvia. Los políticos en campaña, las autoridades electas y los funcionarios públicos deben recordar, sobre todo, que su principal y único objetivo es trabajar por el bien común.