Iniciarnos en el sensible vocabulario representado por la creadora establecida en Areguá hace varios años, requiere detenerse en un conjunto de seis piezas nominadas sugerentemente Escrituras. Rotundamente abstractos y de aires arcaicos, los trabajos interpelan, en sentidos ocultos, la fascinación de la artista por elementos del paisaje que nos sostiene, por el suelo sobre el que caminamos.
Escrituras se compone de media docena de trabajos de gran formato realizados sobre superficies metálicas o como los denomina la artista, sobre “chapones” de hierro. Estas superficies cuadradas, de alrededor de 120 cm de cada lado, despliegan sus textos, sus gramáticas miméticas o plasticistas del bosque, elevando tridimensionalmente un sistema, grafía o archivo de interés geológico, botánico y zoológico.
En las antípodas de un vocabulario humano, evitando referencias culturales o letrismos, estos cuadriláteros son como las hojas de una enciclopedia de la naturaleza. Teñidas del óxido y pátinas ocres provocados por agentes y surcadas por marcas, protuberancias, concavidades o calcos, son obras que ayudan a comprender conceptos de la comunicación no verbal o escrita: la de huellas y rastros impresos en el suelo.
Los ideogramas y caligrafías de territorios minerales y vegetales son convocados a estas superficies, resueltas a la manera de un Atlas terrenal, desde dónde poder construir la fábula de una intrahistoria geológica y biológica de la Tierra. Como creadora esencialmente cerámica, Noelia Buttice aborda expresiones firmes en la línea y el color, desde una elegida abstracción formal, apelando a una ilusión de código lingüístico.
Modelando esta fantasía terrestre, la artista emprende un paseo, un “trabajo de campo” en el bosque pero con los ojos bajos, mirando al ras del suelo, detectando espacios misteriosos, hurgando en los huecos de troncos, en los intersticios oscuros. Representando indicios como cortezas, pigmentos o piedras, esta obra de Buttice, nunca mejor descrita como una “escrita en la tierra” nos sitúa en un camino de una ascética belleza elemental, sobre un story board de polvos del pasado.
Deseo y realidad
“Retiro mis viejas oraciones, desecho mi viejo lenguaje, devuelvo mi memoria a la tierra y camino, como las arañas, o los insectos invisibles, en busca de una biología más elemental”.
Estos versos del escritor argentino Carlos Battilana (Corrientes, 1964) ilustraban, a modo de manifiesto, el acceso a la muestra Escrito en tierra, inaugurada en K / Espacio de Arte y Naturaleza en mayo del pasado 2024 y curada por quien esto escribe. La premisa visual es clara y nítida para la artista: alejarse, renunciar a cualquier signo culturalista y habilitar la intuición de la vida, atendiendo el sentido común de los ciclos y ritmos naturales.
En consecuencia y correspondencia, el plan formal urdido por Noelia Buttice apuesta por la veda figurativa y antropocéntrica, despliega textos, texturas y alfabetos imaginarios de movimientos de insectos o animales, potencia las huellas de líquidos y del viento; inscribe objetos miméticos como semillas o pseudoinsectos en las páginas de estas Escrituras. Fusiones, arrugas, cicatrices y cavidades señalan una línea de indagación que se pregunta sobre su mismo lenguaje, como autorreferencial al léxico de esta vida física del bosque y la tierra.
Las seis obras de Escrituras se sostienen a su vez en un hacer, en un estilo que abraza con seguridad el informalismo, el arte povera y hasta las raíces dadaístas del ensamble, el collage y el objeto encontrado. Surcando ideogramas o casi una escritura jeroglífica, como un alfabeto prelinguístico, ausente de presencia humana, Escrito en tierra aglomera y condensa una colección de biomas del bosque, del desierto, y por qué no, de paisajes soñados, inventados.
Alrededor de los seis chapones con sus abecedarios, orbitaba una pieza misteriosa e inquietante: una escultura cerámica en forma de huevo, de aproximadamente un metro de altura. El volumen de tierra operaba en conexión con las obras bidimensionales, conectando ideas de pasado y futuro, de origen y fin, aumentando la intriga de estos códigos secretos.
Afecto por la cosmosensibilidad
Escrito en tierra tuvo una puesta en escena, un montaje especialmente diseñado para conseguir transmitir una experiencia, invitando a sentir una aventura de expansión sensorial y reflexiva al recorrer el silencio de los espacios. Quebrando sintaxis tradicionales de la representación, entreverando formas, Noelia Buttice consigue “su” escritura sin renunciar a la contingencia y fragilidad que soportan sus materialidades.
Como mínimo, esta exposición y la serie Escrituras permiten varias rutas de lectura. En una, las obras cuentan una historia de la cual la artista narra a la naturaleza térrea como protagonista; en otra, de la transformación de lo visible en otra cosa, casi comparable a la inmersión sensorial de un individuo en un estado de cosmosensibilidad, de empatía con su paisaje. En este sentido, Escrito en tierra funciona como una guía biológica imaginaria; como itinerario simbólico o alegato posible para transitar estos tiempos de insensibilidad y de destrucción acelerada del medioambiente.
Al observar, al leer estas series, se delinea también una autobiografía involuntaria y discontinua de la autora, cuya comprensión impactante de las circunstancias ambientales del Paraguay definen su vocación y elección por la naturaleza sobre asuntos de interés humano, cultural o social. Y aún en su aparente cáscara o envoltorio natural, se trata de una obra profundamente política, o ecopolítica, cuyas claves simbólicas señalan justamente a este tiempo, el Antropoceno, o los últimos dos siglos de actividad antrópica, un tiempo en el que se manifiestan realidades traumáticas en la alteración de los ritmos locales y planetarios.
En todo momento, Noelia Buttice difumina los límites entre poesía y política, conjugada en escritura terrestre, y así, democratiza el lenguaje de relatos hegemónicos que no solo atiendan al humano consumista y vanidoso del capitalismo tardío: uno que busca, en definitiva, propiciar otras y diferentes formas de observación, atención y cuidado. Como colofón agridulce a esta reseña, recordemos que estas obras también son escrituras dramáticas: podrían ser las ruinas de esa naturaleza añorada, o cada vez más lejana.
Esta narrativa potente provoca un estímulo propositivo al hacernos pensar, en organizar nuestra percepción desde el afecto por la diversidad, en algo que da en llamarse hoy en día sostenibilidad. Pero, sobre todo, esta obra de Noelia Buttice nos habla del amor a las cosas del mundo (físico), mientras publica su disidencia con un antropocentrismo estéril.