Hay, sin embargo, diferencias entre ambos, empezando por la más obvia: Milei podría convertirse en el próximo presidente, mientras que Payo necesita crecer mucho más para aspirar a lo mismo.
Aunque ambos denuncian a la clase política y a la burocracia estatal por la corrupción y el parasitismo y descreen de muchas de las instituciones del régimen democrático, el discurso antisistema de Milei se sostiene en una ideología a la que llaman “libertaria”, mucho más estructurada que las frecuentemente contradictorias propuestas de Cubas.
Dicho esto, hay que rendirse ante la evidencia de que ambos lograron interpretar el malestar social, el hartazgo de ciudadanos que ven cómo su calidad de vida se deteriora mientras desde la política tradicional se les ofrece puro engaño. Con argumentos algo distintos, supieron vender la subyugante idea de una transformación radical. Ilusionante y alucinante, por lo incierto de su factibilidad.
Dadas las reales posibilidades de ganar de Milei, bueno es que prestemos atención a las consecuencias que eso podría tener en Paraguay. Al fin y al cabo, la Argentina es un enorme socio comercial y es el destino de casi 80% de los emigrantes paraguayos. El año pasado las remesas de los compatriotas residentes en Buenos Aires alcanzaron 25 millones de dólares.
Sería un presidente argentino que está mucho más a la derecha que el macrismo en términos de políticas neoliberales, antiestatistas y radicalmente privatizadoras. Milei promete recortar de modo brutal el gasto público, eliminar ministerios, pulverizar el Banco Central, reducir impuestos y dolarizar la economía.
Este último punto entusiasma a los gremios empresariales paraguayos pues, si nuestros vecinos cambian el peso argentino por el dólar estadounidense, los precios no estarían tan distorsionados y se desalentaría el contrabando. Lejos está de mi intención opinar sobre salidas económicas en las que ni los expertos se ponen de acuerdo, pero quiero adelantar algunos efectos colaterales que sentiremos enseguida.
El candidato asegura que privatizará la salud pública y arancelará las prestaciones del sistema estatal. Si bien en los 28 puntos de su programa de salud la cuestión no es abordada explícitamente, Milei respondió a esta pregunta del periodista Alejandro Fantino: “Al que viene de afuera a atenderse en un hospital de acá, ¿le cobrás?”, del siguiente modo: “Sí, obvio. No hay nada gratis”.
Milei desconoce a la salud como un derecho humano elemental y sus medidas afectarán el acceso a la misma a millones de trabajadores que no pueden pagarla. Personalmente, creo que ocasionará una tragedia sanitaria.
Pero, con ese criterio, es seguro que se acabará la gratuidad de atención a los extranjeros. Su planteamiento carece de sensibilidad social, pero se inscribe dentro de la visión neoliberal de Milei. Solo que afectará a miles de paraguayos que, ante la falta de una atención pública eficiente en nuestro territorio, recurren a hospitales de ciudades argentinas. Allí reciben una atención gratuita que, casi siempre, incluye la provisión de medicamentos, quimioterapia y realización de procedimientos complejos, inaccesibles aquí para los compatriotas pobres sin cobertura del Instituto de Previsión Social.
Esa generosa apertura de la sanidad pública argentina permite el tratamiento de pacientes con enfermedades congénitas, cánceres y cardiopatías que requieren cirugías. Milei presidente sería el fin de todo eso. Pero también sería el fin de una anomalía estructural que debería matarnos de vergüenza. Es el gobierno paraguayo y no el extranjero el que debería asegurar un servicio de salud gratuito y universal para todos los habitantes de este suelo.
Si no lo tenemos es por culpa de décadas de indiferencia, robo escandaloso y sectarismo partidario en nuestra salud pública. Nunca pudimos cambiar este oprobio. Sería paradójico que sea una victoria de Milei la que nos obligue a exigir el derecho a la salud y poner las cosas en su lugar.