15 may. 2024

Matasanos

El debate sobre el futuro de la medicina, en realidad, tiene que ser sobre el presente de ella en un país enfermo, donde su sistema de salud no puede organizarse ni en sus escuelas de formación. No se sabe, por ejemplo, cuántos alumnos de Medicina existen y si hay 44 o 47 facultades que enseñan para formar médicos. Menos aún, cuántos centros deben existir y si hay profesores, guías y hospitales para prácticas de los futuros galenos.
El asesor científico del presidente Peña, el Dr. Antonio Cubilla, dice que deben ser 3 facultades para seis millones de habitantes, que es lo que somos. Pero hay más de 40 con seguridad. Todas las universidades públicas –que son 6– admiten 355 alumnos por año y el vapuleado presidente del Cones, Federico Mora, dice que requerimos 7.000 graduados por año.

En el 2023, se graduaron 3.478 médicos extranjeros y 1.200 paraguayos. Dicen que tenemos miles estudiantes extranjeros que dejan 600 millones de dólares de ingreso de divisas al país. Estamos hablando de un negocio extraordinario y que tiene al vecino Brasil como centro de referencia.

Solo en la frontera este hay más de 7 universidades que ofrecen la carrera, sin que exista un solo hospital decente donde tengan que hacer sus prácticas y, menos aún, que tengan un médico que guíe a 6 alumnos, que es lo que manda el manual. No es raro, en estas condiciones, que los más avezados en el IPS terminen amputando una pierna equivocada o que otros jueguen con el teléfono celular mientras un niño muere en un sanatorio copetudo de Asunción.

Uno de los expositores en el debate calificó esto de criminal. Y ciertamente lo es. Se está jugando con la vida de las personas que deben ser atendidas por un matasanos, del que solo importa la cantidad que paga para graduarse. Entre el cigarrillo de contrabando de Cartes, que inunda el Brasil, y los curanderos que les enviamos cada año, podríamos estar vengando fácilmente el genocidio de la Guerra de 1870. Claro, muchos de sus compañeros locales quedan en nuestros hospitales y algunos llegan a ser senadores.

Ciertamente, el Cones no puede ni quiere resolver este problema. El Estado carece de voluntad para hacerlo. Aunque el Dr. Cubilla sea el asesor científico personal de Peña, sus recomendaciones no le llegan porque Federico Mora piensa y actúa de manera distinta.

Necesitamos organizar el sistema de salud en sus bases formativas y esto tiene que ser una tarea para ayer. Hay que preguntarse y responder cuántos médicos requerimos, cuántos hospitales de práctica tenemos, la cantidad de docentes con los que cuenta el país y los lugares y propósitos que requerimos.

Así como estamos, solo tenemos una cosa asegurada: el desastre. Sacando de a miles matasanos como lo venimos haciendo, tendremos multiplicado el peligro que representará ser atendido por alguno de ellos.

Si se quiere continuar con la venganza hacia el Brasil, debemos habilitarlos solo para ellos y que ninguno de los nuestros sea incluido ni por asomo en la operación de retaliación con el vecino. Ya tienen bastante con el cáncer de pulmón que les generan los puchos de Tabesa por miles, para que los matasanos aseguren el final de la operación. Las pruebas para los internados son una muestra de la mala calidad de formación, con la cantidad enorme de aplazados y marginales que deben hacer este periodo de formación en donde les toque.

El lumpenaje médico ya es hoy una realidad y lo que se viene puede ser peor. Por eso, el círculo que los nuclea pide la renuncia de Mora del Cones, que vino para arreglar la situación y ha terminado por empeorarla.

Los casos de negligencia médica son constantes; la falta de rigor y profesionalidad permanentes y la escasa vocación, una marca de fábrica. Los buenos no dan abasto y las citas con ellos son a seis meses.

El resto, los matasanos, están listos para recetar cualquier cosa y a bajo precio. Estamos ante un dilema existencial.

Capitulamos antes los matasanos o apoyamos la correcta formación de los médicos que requiere y necesita con urgencia este país. Y ojo: es un asunto de vida o muerte. Elijamos.

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