Hasta esa fecha, unas 5.000 mujeres israelíes poseían una autorización de porte de arma de fuego, según las cifras del Ministerio de Seguridad Nacional. Pero desde el inicio de la guerra desencadenada tras el ataque del movimiento islamista palestino Hamás, 42.000 mujeres han solicitado un permiso, y 18.000 pedidos han sido aceptados, según el ministerio.
Según la misma fuente, más de 15.000 civiles poseen un arma de fuego actualmente y 10.000 están llevando a cabo el entrenamiento requerido.
“Nunca habría pensado comprar un arma y obtener un permiso, pero desde el 7 de octubre, las cosas han cambiado un poco”, dice Limor Gonen, profesora de Ciencias Políticas, durante una clase de tiro en la colonia israelí de Ariel, en el norte de Cisjordania ocupada.
El ataque de Hamás ese día en el sur de Israel dejó unos 1.194 muertos, en su mayoría civiles, según un recuento de la AFP a partir de datos oficiales israelíes.
En respuesta, Israel lanzó una ofensiva militar en la Franja de Gaza, gobernada por Hamás, en la que han muerto por ahora más de 37.500 personas, sobre todo civiles, según las últimas cifras del ministerio de Salud del enclave palestino.
Ese día “todos estábamos en el punto de mira y no quiero que me vuelvan a pillar desprevenida, por eso intento defenderme”, explica Gonen, tras una clase de armas, una etapa obligatoria para obtener el permiso.
Los criterios que se requieren para obtener esta licencia hacen que prácticamente sea imposible conseguirla para los que no son judíos.
Desde su llegada al frente del ministerio de Seguridad Nacional, a finales de 2022, Itamar Ben Gvir quiso reformar el servicio de armas de fuego y ampliar al mayor número posible la obtención de un permiso de armas. AFP