24 abr. 2024

Marito salvó su cabeza, pero no su Gobierno

Estela Ruíz Díaz En TW: @Estelaruizdiaz

Fueron 7 días de furia que hicieron tambalear el Gobierno de Mario Abdo Benítez, salvado momentáneamente por la campana de un juicio político que apuntaba a descabezar el Poder Ejecutivo. Sin embargo, la crisis no está desactivada totalmente y flota en el ambiente la inestabilidad institucional provocada por la ruptura entre el presidente y su vicepresidente, que podría arrastrar a los dos si no hay coraje para finiquitar el problema.

Este episodio pintó de cuerpo entero al presidente, cuya falta de liderazgo lo llevó al borde del precipicio del que fue rescatado por fuerzas extraterritoriales (EEUU y Brasil) y la capacidad negociadora de algunos senadores que arrancaron el apoyo de tres bancadas opositoras (PDP, PPQ y Hagamos) para frenar el proceso en el Senado.

El affaire del acta secreta de Itaipú ya barrió con el canciller Luis Castiglioni, el poderoso titular de Itaipú, Alberto Alderete; el embajador ante Brasil, Hugo Saguier; el titular de la ANDE, Alcides Jiménez y el director técnico de la binacional, José Sánchez Tillería, y en breve otros consejeros. La ex titular de Seprelad, Epifanía González, se vio obligada a renunciar tras la aparición de su hijo Joselo como parte del engranaje del negociado de la traición a la patria en su rol de ordenanza de Velázquez.

El clima político se recalentó con una publicación que involucraba al vicepresidente de la República en una operación de venta de energía a una empresa brasileña, vinculada al presidente Jair Bolsonaro, y a partir de ese instante se convirtió en el villano principal de la historia del acta secreta de Itaipú. Hoy su permanencia en el Gobierno es insostenible y ya se habla de su salida por las buenas (renuncia) o por las malas (juicio político).

LAS HORAS MÁS OSCURAS. Este dato, el “entreguismo a cambio de un negociado”, disparó el juicio político y apareció la oposición, especialmente el PLRA y el Frente Guasu, como puntas de lanza, que sin el apoyo cartista era inviable. El miércoles fue el día más caliente. En Mburuvicha Róga analizaban cómo y con quién negociar en el Congreso. Velázquez y otros plantearon hacerlo con Horacio Cartes, pero otro grupo planteaba una alianza con sector de la oposición. El vicepresidente insistía en que este era un pleito que debía definirse “entre colorados”, hasta que apareció sorpresivamente el Twitter del diputado Bachi Núñez que anunciaba que “Honor Colorado decidió acompañar el juicio político al Ejecutivo. El peor pecado es entregar la patria”. Quedaron en blanco. A las 2.00 de la madrugada del jueves, una triunfante Lilian Samaniego aseguraba que en Senado no existían los votos para la destitución e inoculó un veneno que generaría tensión: acusó a Cartes de querer entregar el poder a la oposición, un pecado mortal en la ANR.

ESCENARIO INTERNACIONAL. Simultáneamente se movían las piezas en el tablero diplomático. El miércoles, la Embajada de EEUU emitía un encriptado mensaje respaldando a Mario Abdo, pero fue el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, el jugador clave: activó la detención del lavador de dinero, Darío Messer, el amigo y socio de Cartes, y cerca de la medianoche del miércoles anuló la polémica acta bilateral.

Lo de Messer intentó ser un elemento disuasivo para maniatar a Cartes, pero provocó el efecto contrario. Eso, además del nombramiento de Carlos Arregui al frente de Seprelad, el organismo antilavado que opera bajo tutela de EEUU, empujaron al ex presidente a ordenar el juicio político, aparentemente en un estado alterado entre la bravata y la venganza.

El jueves, el Gobierno estaba en ascuas. Si bien tenían la certeza en Senado, el inicio de un juicio en Diputados provocaría el efecto devastador de la inestabilidad. El descontrol seguía imperando. Pero al mediodía, Pedro Alliana anunciaba el retiro del apoyo al juicio político, porque con la anulación del acta secreta “se reparaba el daño hecho al país”.

“Volvimos de la muerte”, graficó aliviado un referente de Añetete.

Esta crisis, cuyo final no está escrito aún, desnudó la inoperancia presidencial en materia de gestión política, falto de liderazgo y coraje para corregir lo que hace mucho se le viene advirtiendo. Puso también de relieve los intereses de los principales protagonistas:

CARTES. Se tejen muchas teorías con respecto al abrupto giro. Cuando el jueves estaba todo listo para la decapitación política se desactiva la orden. ¿Fue el factor Messer? ¿O EEUU? ¿Protección de los negocios? Lo cierto es que su decisión aumentó las sospechas. El líder de Honor Colorado demostró que tiene los votos para desestabilizar a Marito, sin embargo, con su bipolar actuación quedó como un líder sin palabra que prefirió salvar su cabeza o sus negocios, sin importar las consecuencias. Sus propios legisladores se enteraron de la decisión a través de los medios. Y algunos no quedaron callados. El senador Sergio Godoy graficó coloquialmente la confusión: “quedamos como boludos”. Luego criticó a Cartes, algo inusual en una bancada monolítica donde solo existe obediencia debida. Honor Colorado terminó con fisuras.

BLAS LLANO. El presidente del Congreso, el eterno funcional al poder, quedó entrampado en un tablero donde creyó que podía moverse como un rey en todas las direcciones sin ser capturado, pero finalmente solo fue un alfil. Apostó fuerte para ser presidente y quedarse hasta el 2023, pero Cartes, obligado por quien sabe qué razones/presiones, lo dejó fuera de juego. Como hábil nadador en las enlodadas aguas políticas, sabrá cómo mantenerse a flote.

OPOSICIÓN. El PLRA, el Frente Guasu y sus aliados quedaron descolocados con la decisión de Cartes. Metieron acelerador a fondo, pero chocaron contra la muralla por el cambio cartista quedando con la amarga sensación de haber sido utilizados. Por segunda vez, como el caso de los luguistas.

VELÁZQUEZ. La pieza más delicada de este ajedrez es el vicepresidente. Quedó herido de muerte. Zafó momentáneamente el juicio político porque Cartes decidió salvarlo porque es su carta más importante ante el Gobierno, pero no zafó del veredicto de sus compañeros, quienes confirmaron que es del “otro equipo”. La ciudadanía ya lo condenó y ahora está cada vez más comprometido a medida que se revelan los entretelones del acta secreta y los negocios de la energía. Fue la confirmación de la sospecha: El vicepresidente es un tahúr de la política, de aquella que solo se dedica a la industria del dinero.

El problema más grave que tiene Marito se llama Velázquez. De hecho, el sector opositor que frenó su enjuiciamiento le aclaró que la protección no alcanzaba a su vicepresidente, quien sigue resistiendo las presiones para abandonar el poder. El presidente ya le planteó tres veces. Ayer, Marito volvió a hablar con él en esos términos y nuevamente Velázquez le respondió que no, amparado en la protección cartista. Lo cierto es que su permanencia es insostebible.

MARITO. Si bien ganó la pulseada porque zafó la destitución, quedó seriamente debilitado. Sobrevivió al terremoto pero quedaron las ruinas y ahora debe reconstruir su menguado poder. En forma urgente debe resolver qué hará con Velázquez. Porque sigue atado a él como el abrazo del ahogado.

El factor Brasil es un asunto más delicado. Jair Bolsonaro fue clave para frenar su destitución. Apresó a Messer y anuló el acta bilateral. “Tuvo gestos extraordinarios con nosotros”, admitió un funcionario palaciego. Pero a estas alturas, este gesto está contaminado por el intento de negociado que salpica al brasileño. Quizá fue también para salvarse a sí mismo, pero lo cierto es que el presidente paraguayo quedó prisionero del Brasil en delicados tiempos de renegociación del Tratado.

El presidente llegó a este nivel porque no corrigió la dispersión del poder, esos comandos paralelos que coexisten en su Gobierno. Cuadricular el Estado para calmar las ansias prebendarias y corruptas de los caudillos ya no tiene la eficacia de otros tiempos, porque hay una ciudadanía cada vez más activa y coercitiva. Muchos cambios se lograron gracias a esa presión y con el escándalo Itaipú demostró que será un fiscal implacable.

Si Marito no toma las riendas del poder y acelera los cambios, será el arquitecto de su propia caída. Las destituciones que se dieron, la conformación de un equipo de notables –con algunas figuras muy averiadas– se realizaron porque estuvo al borde del precipicio. Pero no son suficientes.

Su Gobierno murió por unos minutos, vio la luz blanca, esa experiencia cercana a la muerte que viven aquellos que estuvieron a punto de morir y sobrevivieron.

Tiene una segunda oportunidad. Depende de él aprovecharla, porque no soportará otro ventarrón similar.

Para ello, tiene que dejar de ser prisionero de sí mismo.

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