Por Stefanie Céspedes @betistef
Antiguamente, cuando la producción era abundante y la comida casera era la que predominaba en las mesas, los mismos dueños de casa se encargaban de cargar “el avío” de frutas y verduras de su propia huerta, pollo, huevo, leche y queso de su producción a quienes los visitaban en esta época.
El escritor y folclorista Mario Rubén Álvarez comenta que mermó bastante esa práctica: “Ahora la gente ya lleva algo para compartir, quizás porque se da cuenta que antes el campo era más generoso, por la naturaleza misma, por el trabajo. Hoy se trabaja menos, se produce menos, se tiene menos alimentos en la casa. Se depende más del almacén, de lo económico y ya no más de exprimir el pomelo o la naranja porque lleva trabajo. Ahora se compra todo hecho”, manifestó.
Anteriormente se podía ver, los días Sábados de Gloria o Domingos de Pascua, las largas filas de vehículos que retornaban del campo, repletos de frutas en su porta bultos, cachos de bananas, naranjas, pomelos, mandarinas, además de otros productos de la producción familiar.
“En esta época se trae parte del campo a la ciudad”, explicó Álvarez.
Comentó que, sin embargo, existe un cambio en la actitud por parte de la gente de la ciudad respecto a sus parientes del interior. “Ahora ya llevan sardinas o gaseosas para compartir”.
Sin embargo, las principales terminales rebasan su capacidad y la ciudad queda casi vacía en los días santos. Los urbanos o “tuku karu” migran al campo, junto a parientes o amigos que los reciben en sus hogares.
Tuku karu
El tuku o langosta de campo es un insecto de color verde o amarillo. Tienen una voracidad extraordinaria y vienen en montones, comentó Mario Rubén Álvarez.
Si encuentran un maizal o en los cultivo de poroto o mandioca, tienen la capacidad de devorar todo de la noche a la mañana.
“Solían contar los abuelos que en la época de la Guerra del Chaco, de 1932 a 1935, cuando las mujeres, ancianos y niños eran los que trabajaban para generar alimentos para los soldados, vino un ataque de langostas, un ataque de la naturaleza que depredó todo lo que tenían. Lo combatieron haciéndoles zanjas o fosas donde caían y no podían volver a salir de ese lugar”, indicó.
Los tuku ra’y a medida que crecen, comen más y arrasan la tierra por donde pasan; los adultos tienen periodos de hambre insaciables, explica Mario Rubén Álvarez en su libro Las voces de la memoria.
Esta es la razón por la que se compara a los urbanos con los tuku karu que van a devorar todo lo que encuentran a su paso en el interior del país. Una metáfora bien representada y muy recordada en esta época del año.
“La voracidad de los poderosos”
El escritor Mario Rubén Álvarez le dedica un capítulo de su libro al tuku karu, mencionando la historia de una composición musical, así como la de “un hombre que no solo tomó conciencia de su situación de pobreza sino que, solidario con sus semejantes, convirtió su voz de artista en una llamarada para denunciar la injusticia”.
La canción Tuku Karu fue escrita por Máximo Torales, oriundo de Caballero, departamento de Paraguarí, quien toma la imagen de este insecto con el objetivo de graficar la situación del agricultor de aquella época.
Su hija, Alejandrina Torales, comenta que su padre realizó esta obra para expresar su dolor y el de sus iguales.
La canción del tuku karu aún se puede apreciar en las voces del grupo Ñamandu (Ricardo Flecha y Chondi Paredes), en su disco de vinilo Polcaza.
Haciendo una reflexión final, Álvarez hace una comparación contemporánea del tuku karu con los empresarios que explotan a sus obreros no pagándoles el sueldo mínimo o haciéndoles trabajar en vez de 8 horas, 12 ó 16 horas diarias.
“Por ejemplo los empresarios del transporte público, ellos también son tuku karu, porque exprimen y devoran la fuerza y el trabajo de sus empleados”, reflexionó.
Video: Ylda Miskinich
Ilustración: Enzo Pertile
Actriz: Alicia Sánchez Noe – Compañía Teatral Roque Sánchez - Graciela Pastor