“Normalmente vienen cerca del carnaval, en febrero, y se quedan hasta fin de año”, explica el diplomático. Son trabajadores temporales que aprovechan las demandas de mano de obra en esas áreas.
Sin embargo, con la aparición de la pandemia y la paralización económica al quedar suspendidas muchas actividades, los trabajadores, entre ellos los paraguayos, se vieron abruptamente afectados. Muchos cesados, otros despedidos y aunque al principio algunos pensaban que podrían resistir unas semanas, al extenderse y volverse incierta la situación, decidieron retornar al Paraguay por su cuenta.
Son los que a diario van llegando al Puente de la Amistad, tras recorrer más de 1.000 km, hasta Foz de Yguazú, ciudad brasileña que limita con el Alto Paraná.
El Consulado, no obstante, dice Ávalos, debió cambiar por completo el foco de sus acciones y ocuparse de lleno a atender las necesidades de los que aún están resistiendo en São Paulo. Organizar ollas populares y preparar cestas de alimentos pasaron a formar parte de las prioridades.
“Tenemos una lista de 450 compatriotas inscriptos que aguardan ser repatriados por nosotros”, dice, y entre ellos, varios son aquellos que van a buscar alivio a alguna enfermedad en los centros hospitalarios de San Pablo.
Pero los que llegaron hasta el Puente de la Amistad son los que ya no podían esperar y decidieron lanzarse por cuenta propia al camino de regreso a casa. Con ellos va cobrando forma un rostro de la migración económica poco dibujado en la agenda pública y, por tanto, difícil de cuantificar. Se trata de campesinos paraguayos que, ante la falta de trabajo , se marchan del país al que ahora la pandemia los trae de regreso.
El último filtro antes de ingresar
El último filtro para los connacionales que vienen de todas partes del Brasil, aunque principalmente de São Paulo, es el Puente de la Amistad, que une la localidad brasileña de Foz de Yguazú con Ciudad del Este, Alto Paraná.
El cónsul de primera en Foz de Yguazú, Luis Alfonso Copari, dice que se trata de personas que quedaron sin trabajo y al no tener posibilidades de quedarse más tiempo sin recursos económicos, están viniendo incesantemente hasta la cabecera del puente, con intenciones de cruzar.
“Hay gente que se dedica a traerlos. Son transportistas. que les cobran por el servicio”. En un momento dado, el transporte público no estaba permitido, entonces tomaban caminos alternativos, evitando los controles, y demoraban más horas para llegar tras un recorrido de 1.000 a 1.200 km desde San Pablo, por ejemplo.
“Nosotros estamos atentos. La decisión personal de ellos es no avisar al Consulado, sino venir directamente al puente. Estamos asistiendo prioritariamente a personas con problemas de salud y en estado de vulnerabilidad. Vemos que tengan prioridad a la hora de ingresar a territorio paraguayo”, explica Copari.