La última aparición del jefe de Wagner, Yevgueni Prigozhin, fue el sábado por la noche, cuando abandonaba entre aplausos de varios habitantes la ciudad rusa de Rostov (suroeste), donde había tomado el control de un cuartel militar.
El Kremlin aseguró que el líder de los paramilitares tenía “la palabra” de Putin para dejar el territorio ruso hacia Bielorrusia, país aliado de Moscú, y que no sería acusado penalmente.
Pero una fuente de la Fiscalía general rusa, citada por las tres principales agencias de noticias del país, afirmó el lunes que “el caso no ha sido cerrado, la investigación continúa”.
Prigozhin lanzó su insurrección armada días después de que Putin anunciara que los combatientes de Wagner tenían que firmar contratos con el Ejército. “Quieren desmantelar el grupo”, denunció el sábado Prigozhin.
“Wagner podría ser desmantelado completamente, o bien absorbido” por el Ejército, estima Michael Kofman, experto militar estadounidense.
Según la analista independiente rusa Tatiana Stanovaya, “Putin no necesita a Wagner o a Prigozhin. Puede arreglárselas con sus propias fuerzas. Ahora está totalmente convencido”.
FRAGILIDADES. No obstante, la rebelión también expuso las fragilidades del Gobierno, que lucha por controlar a facciones enfrentadas.
“Putin y el Estado sufrieron un golpe duro, que va a tener repercusiones importantes para el régimen”, afirmó Tatiana Stanovaya, fundadora de la consultora R. Politik.
El objetivo oficial de la rebelión de Prigozhin era el reemplazo del ministro de Defensa, Serguéi Shoigu, y del jefe del Estado Mayor, Valeri Guerásimov.
Por el momento, Putin no ha anunciado ningún cambio en la cúpula militar.
Unas imágenes de la televisión pública rusa mostraron el lunes a Shoigu inspeccionando sus tropas en Ucrania, en su primera aparición tras la insurrección de 24 horas.
Guerásimov no ha aparecido en público por ahora.
“Bajo la presión (de Prigozhin), Putin no hará nada”, estima en Telegram el politólogo pro-Kremlin Serguéi Markov.
Para Rob Lee, del centro de reflexión estadounidense Foreign Policy Research Institute, los últimos acontecimientos “dan la impresión que Shoigu y Guerásimov eran débiles, pero también muestran hasta qué punto es importante para Putin tener personalidades leales a cargo de sus servicios militares y de seguridad”.
Un hecho es incontestable: Los combatientes de Wagner consiguieron en 24 horas tomar el control de una parte de Rostov, con un millón de habitantes, y a acercarse hasta 400 km de Moscú, o incluso 200 km según Prigozhin.
IMPACTO EN LA MORAL. El Kremlin aseguró estaba “fuera de toda cuestión” que el frustrado motín afectara a la ofensiva militar en Ucrania.
Pero lo cierto es que podría impactar en la moral de los soldados rusos, según los analistas, máxime cuando se enfrentan a oleadas de asaltos ucranianos desde hace semanas. La milicia Wagner representaba una de las fuerzas más combativas en los rangos rusos. Pero en el terreno, “desde (la toma de) Bajmut (en mayo), el ejército dependía menos de Wagner”, matiza el analista militar Michael Kofman.