04 dic. 2024

Las Abuelas de Plaza de Mayo piden ayuda a sus bisnietos en su 45 aniversario

Nonagenarias y con “la alegría de vivir para luchar”, las emblemáticas Abuelas de Plaza Mayo cumplen 45 años buscando a los cerca de 500 bebés que se estima fueron robados por la dictadura argentina (1976-1983).

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El nacimiento de las Abuelas está ligado al de Madres de Plaza de Mayo.

Con la ciencia como aliada, ya han identificado a 130 “nietos”, pero aún quedan muchos por encontrar: ahora, los bisnietos pueden tener la clave.

“Hacemos visitas a universidades, escuelas y hasta jardines de infantes, porque ahí están los hijos de los presuntos nietos, y después van a decirle al papá: ‘Vino una señora que está buscando a su nieto’, y el padre que tiene dudas y nunca se movió dice: ‘Tengo que hacer algo, tengo que buscar, no me puedo quedar con la duda’”, cuenta a EFE Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo.

Este sábado se cumplen 45 años de la fecha que simboliza el momento en que 12 mujeres, madres de desaparecidos por el régimen, decidieron organizarse para buscar a los bebés secuestrados con sus padres, o nacidos en el cautiverio de sus madres embarazadas, que fueron entregados a familias ajenas y a quienes se ocultó su origen.

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Un aniversario en el que se estrena un nuevo anuncio para llegar a los nietos que faltan –que muchos son ya padres o madres–, en el que una niña anima a su padre a informarse.

“Nuestra lucha no va a tener fin hasta no encontrar todo lo que hace falta encontrar, que son los nietos, los restos de los padres y, además, el castigo a los responsables”, remarca De Carlotto, que justo este sábado cumple 92 años, más de la mitad dedicados a la causa.

“Las mujeres no nos damos cuenta de que adentro tenemos una leona. Donde nos tocan un hijo, sacamos las garras”, asevera.

EL ORIGEN

El nacimiento de las Abuelas está ligado al de Madres de Plaza de Mayo. El 30 de abril de 1977, madres de desaparecidos por la dictadura –y del terrorismo de Estado que ya imperó durante el tercer gobierno de Juan Domingo Perón y primero de su viuda, Isabel (1974-1976)– empezaron a manifestarse cada jueves para exigir noticias de sus hijos.

Meses después, una preguntó: “¿Quién está buscando a su nieto?”. Y así comenzaron las reuniones, a las que fueron sumándose más mujeres en todo el país.

“Yo era directora de una escuela y me jubilé para estar libre de todo. Y mi marido quedó a cargo de la casa”, recuerda De Carlotto.

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Madre de cuatro hijos, su hija Laura, miembro de la guerrilla Montoneros, fue secuestrada en noviembre de 1977. Estaba embarazada y, tras dar a luz en cautiverio, fue asesinada. Nada se supo del niño hasta 2014, cuando, tras enterarse de que quienes le habían criado no eran sus padres biológicos, logró recuperar su identidad y conocer a su abuela Estela.

La activista, cuyo esposo también fue detenido y torturado durante días, es vehemente: “A mí no me importaba si me mataban, lo peor me lo habían hecho cuando me mataron una hija”. Y recalca que, aunque Argentina tuvo muchas dictaduras, esa fue la peor.

“La última, que tiene que ser la última, fue feroz, con un proyecto de exterminio tremendo”, asevera.

“NUNCA MÁS”

Según los organismos de derechos humanos, unas 30.000 personas -militantes políticos, guerrilleros, sindicalistas o estudiantes- fueron, sin ir a juicio, desaparecidas, torturadas y muchas arrojadas al mar; cifras polémicas por el contraste con los datos oficiales estatales -que registran alrededor de 9.000 desaparecidos- y por quienes relativizan la dictadura.

“Hay gente que hasta considera que están bien desaparecidas, cosa que es realmente criminal, pero no importa, el tiempo va a pasar y la historia se va a contar”, sentencia De Carlotto, para desear que “nunca más” Argentina viva una tragedia como aquella.

Estela fue de las pocas que pudo recuperar el cadáver de un familiar: “Me entregaron el cuerpo (de Laura) porque lo pedí a un militar de alta graduación que después llegó a ser presidente, porque yo era amiga de su hermana, maestra como yo. Me recibió con un revólver arriba del escritorio”.

Juntas, las Abuelas iniciaron una particular labor detectivesca con visitas a juzgados u orfanatos e incluso disfrazándose para seguir pistas: “Nunca tuvimos odio, ni revancha, ni venganza, sino tenacidad y continuidad”, señala su presidenta.

En los años 80, se descubrió que la sangre de los abuelos servía para determinar parentescos, y ellas impulsaron la creación de un banco para almacenar sus perfiles genéticos y garantizar la identificación de sus nietos. Asimismo, el Congreso creó el Banco Nacional de Datos Genéticos.

Quienes dudan sobre su identidad pueden acercarse a la sede de Abuelas. Hoy, pocas quedan vivas, pero su labor, junto a los abogados, genetistas o psicólogos de la asociación, queda garantizada: los “nietos” toman el testigo.

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