La variación del índice oficial de precios interanual es la más baja desde que en julio de 2007 se ubicó en el 3,74 %, según el boletín divulgado este miércoles por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas (IBGE).
El dato está por debajo de la meta impuesta por el Gobierno brasileño de terminar el año con una variación de los precios del 4,5 %, con un margen de tolerancia de 1,5 puntos porcentuales hacia arriba o hacia abajo.
En lo que va de año, la inflación sigue su descenso progresivo y llegó hasta el 1,10 % en el primer cuatrimestre de este año, frente al 3,25 % que se registró entre enero y abril de 2016.
En abril pasado, los precios subieron solo el 0,14 %, porcentaje menor comparado con la variación del mismo periodo de 2016, cuando se situó en el 0,61 %, y por debajo de la tasa registrada en marzo, que fue del 0,25 %.
La reducción de la tasa de marzo para abril se produjo por la factura de la energía eléctrica, que fue un 6,39 % más barata, además de la caída del 1,95 % en los precios de los combustibles, señaló el organismo oficial.
Para el cuarto mes de 2017, se redujeron igualmente, aunque muy levemente, los precios del transporte (-0,06 %), favorecido también por la bajada de los combustibles.
Por el contrario, los productos de salud y cuidado personal aumentaron en abril en 1,00 %, seguidos de los alimentos y bebidas, cuyos precios avanzaron el 0,58 %.
En este último apartado, destaca la notable subida que registraron el tomate (29,02 %) y la patata inglesa (20,81 %).
De acuerdo con los especialistas, las cifras de inflación de los últimos meses se deben a la grave recesión del país, la más aguda en varias décadas y que ha provocado un fuerte aumento del desempleo, con una cifra récord que alcanza a 14,2 millones de personas, el 13,7 % de la población activa, según datos oficiales.
En 2015 la economía brasileña se contrajo 3,8 %, su peor resultado en 25 años, y cayó 3,6 % en 2016, con lo que encadenó dos años consecutivos en negativo, algo que no ocurría desde la década de 1930.
El aumento del desempleo, unido a la reducción de la renta de los trabajadores y el encarecimiento del crédito, ha provocado la congelación del consumo interno en Brasil, uno de los tradicionales motores de la economía del país.