09 ago. 2025

La hora de Marito

Han pasado más de 30 días de la cuarentena y ya han muerto 6 personas a causa del coronavirus. Noticias desde Italia y España también traen datos tristes sobre el fallecimiento de connacionales.

En una carrera contrarreloj el precario sistema de salud busca fortalecerse para hacer frente a la pandemia, que aún no dio el golpe más letal, esa etapa en la que la transmisión comunitaria eleve los contagios a números imposibles de atención para todos. Es cuando se dan decenas de muertes.

Para hoy estaba marcado el fin de la cuarentena total, pero el Gobierno decidió extender una semana más, hasta el 19, generando protestas, especialmente en el área económica y de los sectores informales que viven el día a día con sus changas. La situación está en estado de ebullición y la olla a presión explotará si los programas de ayuda como Ñangareko y Pytyvõ no tienen el ritmo que exige imperativamente la emergencia. Los municipios y las gobernaciones, expertos en el negocio clientelar, hacen su aporte con los paquetes alimentarios, pero son insuficientes.

Hasta el momento, el presidente ha oído a su ministro de Salud, el cada vez más popular y respetado Julio Mazzoleni. Lo dijo el viernes en charlas con las radios: El Ministerio de Salud decidirá qué hacer y ratificó que “la salud está por encima de la economía”.

Ningún presidente de la transición vivió circunstancias similares, no de esta índole. Hubo crisis en todos los ámbitos, pero ninguno que fuera tan transversal y dramático. Paraguay ha tenido situaciones extremas de tipo político: la caída de Stroessner en 1989; el asesinato del vicepresidente Argaña y la posterior caída del gobierno oviedista en 1999; la masacre de Curuguaty y la caída del gobierno luguista en 2012; la crisis política derivada del intento de la enmienda constitucional en 2017, y la más reciente, la casi destitución de Mario Abdo por la crisis de Itaipú, en 2019. Fueron crisis políticas con soluciones políticas.

Fue justamente la crisis del 2019 donde pudo verse de qué madera está hecho Marito. En un primer tiempo titubeó, luego presionado por los medios y la sociedad, se vio obligado a tomar decisiones drásticas echando a varios ministros y desafió a quienes lo amenazaron con el juicio político. Un senador, en medio de la tormenta, entonces acotó con orgullo: “Ese es mi presidente”, en alusión a su coraje y serenidad.

Pasada la crisis política, tras pactar con su verdugo, volvió al apático y mediocre estilo de gobernar, cercado por un entorno cuya convicción sigue siendo el Estado patrimonialista, que supuró estos días de crisis sanitaria. Tampoco escapa de las acusaciones sobre el acaparamiento y la voracidad de los negocios del Estado. Pero aún lo dicen en voz baja. Nadie se anima a denunciar porque forman parte del mismo engranaje y eso sería torpedear su propio negocio. “Su parentela y sus amigos son tan jodidos como nosotros”, deslizó un político experto en negociar licitaciones.

NUEVA CRISIS. Con la amenaza de la pandemia, Marito tomó decisiones cuasi revolucionarias. No es fácil. El sector empresarial que tiene cooptado al Estado presiona desde varios frentes. Hasta el momento, la ecuación salud sigue primando sobre la ecuación económica. El sector político se resiste a perder sus ancestrales privilegios y no tolera que un hombre fuera del sistema (Mazzoleni) sea el que tome las determinaciones que afectan a la nación. “No hay salud sin economía estable”, dicen los empresarios. “No hay economía con una fuerza laboral enferma o muerta”, replican desde el otro lado.

El dilema es materia de debate y pulseadas no solo en Paraguay, sino en el mundo. La crisis económica es tan real como el coronavirus. Y el punto medio lo logran apenas aquellos países con estado social de derecho, los que han tejido una red de protección social que aquí no existe. Es un chiste que el Estado, con tantas instituciones supuestamente vinculadas a solucionar el tema pobreza, ni siquiera tengan un padrón. Los municipios y las gobernaciones tampoco, porque la ayuda social siempre fue un trueque electoral.

Encerrado en el Palacio, con pocos hombres alrededor, Marito habla poco, con un entorno cada vez más pequeño: Mazzoleni, su hermano ministro Benigno López y Federico González. Hay otro entorno, en el que tampoco resaltan figuras políticas. La fuerte influencia religiosa la ejercen los ministros evangélicos Petta y Wiens, quienes eligen las referencias bíblicas que resaltan en los discursos presidenciales.

El misticismo riñe con los valores republicanos y se espera que el presidente sepa caminar en la cornisa sin caer en la confusión fundamentalista.

HUMOR SOCIAL. En medio de la lucha sanitaria contra la pandemia se dio otra, la de la guerra contra los privilegiados del Estado y las binacionales. La presión empujó al Gobierno a balbucear la necesaria reforma del Estado, no como discurso, sino con acciones temporales, como la reducción de los salarios superiores al que recibe el titular del Ejecutivo. Se dieron históricos recortes en las binacionales.

A nivel Ejecutivo y Parlamento se habla básicamente de cuatro ejes de discusión: a) función pública, b) protección social, c) compras públicas y, d) salud pública.

Otros plantean también la reforma judicial y educativa. El arco es inmenso. Muchos de esos cambios exigen una convención constituyente, la cual ahora es imposible. Por lo tanto, lo único que podría lograrse son algunos cambios en la Administración Pública.

Para llevar a cabo la empresa, se necesita credibilidad, y es aquí donde el Gobierno tropieza dejando en la duda si realmente hay intención o solamente son fuegos de artificio para calmar la ansiedad social. ¿Querrá el vicepresidente Hugo Velázquez (el negociador) hacer los cambios que apuntan a la amputación de sus privilegios y el de sus colegas políticos? ¿Convencerá al Parlamento de semejante suicidio? ¿Acompañará la Corte Suprema la nueva estructura legal o meterá la cabeza bajo la tierra como hizo tantas veces para evitar la confrontación con sus padrinos políticos?

LA HORA ES AHORA. La pandemia pone a prueba a un país cuya dirigencia nunca puso en primer lugar a la salud pública y está pagando por ello. En esta crisis sanitaria tiene como conductor a Mazzoleni, en quien todos confían. Pero en lo otro, en la crisis del Estado no tiene un conductor fiable. Si el presidente realmente quiere dejar un legado (porque dijo que no busca la reelección) debe tomar al ogro filantrópico por las astas y convencer a los suyos de cambiar muchas injusticias. Debe entender que la gente tiene cada vez menos paciencia y que la única vía para evitar mayor rechazo hacia los partidos políticos es conectar con la sociedad.

Es hora de patear tableros.

Porque no habrá peor enfermedad que cuando acabe la pandemia y empiece la reconstrucción nacional, se vuelva a la exasperante normalidad de la intolerable desigualdad que el país padece hace décadas.

Entonces no habrá valido tanto sacrificio.

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