Después de la muerte de su esposa Juanita, quien falleció en setiembre del 2013 a consecuencia de un cáncer, Manuel Fariña decidió entregarse a Dios a través del sacerdocio, buscando dos cosas: superar el gran dolor de su pérdida y cumplir uno de sus más ansiados sueños.
Pese a que estuvo casado durante 45 años, había un viejo anhelo que lo invadió durante toda su vida: y justamente era eso, servirle a Dios.
“Cuando falleció, el dolor me provocó un infarto. Al recuperarme, decidí entregar mi vida a Jesucristo. Así como ella fue llamada para ir a la casa del Padre, yo sentí un llamado para dedicar mi vida al servicio de Cristo”, dijo el paraguayo en una entrevista con ACI Prensa.
Fariña Bernal tiene 72 años, nació en Paraguay e ingresó al seminario de Asunción. Pero tuvo que mudarse a vivir al vecino país, luego de que su padre haya sido exiliado durante el gobierno del dictador Alfredo Stroessner.
El religioso relató que su familia se instaló en Corrientes y él retomó sus estudios de humanidades en el seminario de la zona. Después se trasladó al seminario de Paraná, donde permaneció un año. En 1966, después de un intenso discernimiento vocacional, dejó los estudios sacerdotales y se mudó a Buenos Aires, donde se recibió de teólogo.
En la Argentina, el compatriota participó activamente en la creación del Equipo Pastoral Paraguayo (EPA) que en la actualidad sigue funcionando y cuyo objetivo radica en unirlos a partir de los valores religiosos, culturales y sociales.
Fue así como llegó a la iglesia Virgen de los Milagros de Caacupé, ubicada en Caballito, el 30 de mayo, fecha del cumpleaños de su mujer, donde se ordenó como sacerdote y donde tuvo la oportunidad de conocer al papa Francisco, cuando este aún no era el representante del Vaticano, y entablaron una buena amistad.
“Yo trabajé con Bergoglio 3 años cuando él era obispo auxiliar en Buenos Aires en la pastoral migratoria. Somos buenos amigos”, manifestó. En esa iglesia, están las cenizas de su esposa Juanita.
Fariña contó que en todo momento tuvo el apoyo de su hija y sus dos nietos, quienes permanecen a su lado en este nuevo camino de la vida que lo lleva a estar mucho más cerca del mensajero de la paz y la alegría de otros paraguayos que fueron al vecino país en busca de un mejor futuro.
Al día siguiente de su ordenación, el presbítero celebró su primera misa. “Tantas cosas han pasado que todavía las sigo asimilando. La ordenación fue una alegría en medio del dolor por la muerte de mi esposa”, declaró a ACI Prensa.
Aunque ya fue designado a la diócesis de San Juan Bautista de las Misiones en Paraguay, el sacerdote aún permanece en Buenos Aires por algunos temas personales.