Peña les hubiera dicho cómo pueden cooperar con nosotros para intentar emularlos. Un país ubicado segundo en corrupción solo por debajo de Venezuela en Sudamérica requiere una respuesta singapuriana. Al presidente Lee le preguntaron una vez como se hace un mandatario ejemplar y el contestó: “Debes estar dispuesto a mandar a la cárcel a tus parientes y amigos”. Y así lo hizo. Fueron implacables. Acabaron con los barones de la droga, con los piratas marítimos y con los corruptos del gobierno. Como consecuencia tienen hoy un aeropuerto que factura lo mismo que el presupuesto anual nuestro, el mejor y eficaz puerto marítimo con un desarrollo en educación y salud que son la envidia del mundo. Si solo eso pudiera haber visto y venido a replicar en el país estaría justificado el largo viaje. Si se animara a golpear la mesa del quincho y se inmolara por un mejor país habrá valido el saludo al Papa y el mangazo a los japoneses.
2 mil millones de dólares se roba anualmente de las arcas públicas. Eso hacen 10 mil millones en un periodo de gobierno. Nadie está preso por eso. Ninguno procesado. Es una montaña de corrupción que nos impide tener mejor salud y educación. Lo que nos fuerza a emigrar a buscar un mejor futuro. Lo que nos impide tener una burocracia al servicio de la gente, con alta cualificación con moral acrisolada. Singapur lo hizo en una generación y media. Se puede solo que hay que estar dispuesto a ser implacables con los corruptos. No hay que dejarse encandilar por su bella arquitectura moderna sino hay que preguntarse y reflexionar en el viaje de vuelta como podría Peña imitarlos. Como dejar su cercanía y pertenencia a esos grupos que hunden al Paraguay en la oscuridad, el retroceso y la muerte. Tenemos la misma población de Singapur, pero 400.000 veces más grande de territorio.
Estoy ahora en Cambodia, el único país que nos supera entre los peores en educación y déjenme decirles que nada se parece tanto a Paraguay como este país. Nada. Esta es nuestra nación en el sudeste asiatico húmedo y caluroso. La tierra, el partido, los números económicos, pero por sobre todo la corrupción que denuncian y lamentan sus habitantes que como nosotros migran por millones a Tailandia, Corea del Sur y Malasia. Como nosotros también tienen un rey. Un viaje presidencial tiene que servir para aprender y reflexionar profundamente acerca de cómo evitar ser vendidos a Brasil o Argentina por lograr ser un Estado fallido. O vivir en la ciénaga de la corrupción donde ofrecen recompensas para delatar a quienes financian el terrorismo y afectan a la salud física y social de un país. Pero hay que animarse a emular a Lee Kwan Yew. Si no hay capacidad ni voluntad fue un viaje irrelevante y sin sentido. Acumuló un sello más a su pasaporte.
Los singapurenses fueron implacables con los ladrones del erario.
Los fusilaron. Buscaron a los mejores para ser funcionarios públicos. Todos sus ministros con título de Dr. de las principales universidades del mundo. Solo de la perseguida Harvard son cientos. Los trajeron de vuelta y los pusieron a trabajar en los cargos del Estado con honestidad y capacidad. En Singapur no hay nepotismo, no hay ayura galleta, no hay correli, no hay tavyrones. No hay quinchos, no hay títeres. Ahí el gobierno funciona de verdad para la gente. Ingreso per cápita anual 80.000 dólares cuando hace 60 años era más pobre que Haití. La fórmula es sencilla: Implacables con la corrupción y alta inversión educativa. No hay misterio en esto. Ojalá Peña haya podido ver y tenga por lo menos la valentía de presentar la propuesta de cambio al quincho del poder. Se reiran de él, no importa con tal que se anime a decirles como se construye un país de verdad.
Si no lo hace seguiremos muy cerca de Cambodia esperando a Pol Pot.