Frente a la profundidad de los problemas que afectan a la población paraguaya, las medidas implementadas en el transcurso de los dos últimos años fueron, en algunos casos, poco eficaces y en otros casos no lograron ningún cambio.
El largo periodo de crecimiento económico sin cambios estructurales en la estructura productiva no ha logrado aumentar la formalización del trabajo, un objetivo imprescindible para aprovechar el bono demográfico y mejorar las oportunidades de sostenibilidad de la seguridad social.
En este contexto, la promesa de crear 500.000 empleos formales sin política laboral ni política de desarrollo productivo y sin mejorar la calidad de la educación parecía una meta sumamente ambiciosa.
Una promesa que si se cumplía podría haber ayudado era la creación de centros educativos infantiles, teniendo en cuenta que una parte importante de las mujeres está fuera de la fuerza laboral o trabaja de manera informal porque no cuenta con servicios de cuidado infantil.
Algunos indicadores de empleo, como los de la subocupación o desocupación, mejoraron; no obstante, los ingresos laborales se mantuvieron estables y en algunas ocupaciones cayeron.
Al considerar la inflación, especialmente la de alimentos, en términos reales para algunas ocupaciones que concentran a importantes grupos de trabajadores resulta que cayó la capacidad adquisitiva.
La inflación redujo su tasa de crecimiento; sin embargo, si se consideran los precios de alimentos siguen aumentando, generando no solo menor calidad de vida, sino también angustia ciudadana, la que se suma a otros determinantes, como los pésimos servicios de salud y transporte público.
Este agregado de factores negativos se refleja en las estadísticas de percepción, como las que releva el Banco Central. El Índice de Confianza del Consumidor (ICC) mide el grado de optimismo sobre la economía personal, del hogar y del país. Se publica mensualmente y se basa en una encuesta a 400 hogares de Asunción y el área metropolitana. Se compone del Índice de Situación Económica (valoración actual vs. un año atrás) y el Índice de Expectativas Económicas (situación esperada en un año). Además, incluye preguntas sobre ahorro y compra de bienes durables para complementar el análisis.
El referido Índice presenta una persistente reducción si se comparan los meses de julio 2023, julio 2024 y julio 2025 en las percepciones positivas tanto a nivel personal, del hogar y del país, en la situación y en las expectativas económicas. Durante el último año se verificó un fuerte deterioro, mayor que el registrado entre 2023 y 2024. También se redujo la posibilidad de ahorrar y comprar bienes durables.
Si bien una evaluación exhaustiva requiere abordar otros ámbitos en los cuáles podría haber avances, como el de la alimentación escolar o el aumento de cobertura del programa de pensión alimentaria, estos al parecer no lograron mejorar la percepción de los agentes económicos.
El Gobierno debe realizar una autocrítica y plantear soluciones integrales así como medidas de amplio alcance para cumplir con sus promesas, ya que este es el deber de quien gana en un proceso electoral.