Sergio Cáceres Mercado
En este mes de su centenario, queremos volver a aquella pequeña obra, pues luego de la polvareda que levantó creemos que lo que propuso es hoy día totalmente actual.
Su tesis es fuerte: La televisión nos está modificando, pues estamos pasando de ser homo sapiens a ser homo videns, es decir, seres ya no capaces de las actividades racionales como el pensamiento conceptual sino seres que solo “ven” imágenes con el eventual empobrecimiento de la “capacidad de entender”. Hay una generación criada frente al televisor, el video-niño, acostumbrada al telever, esto es, el recibir imágenes constantemente lo que repercutió en el desarrollo de habilidades cognitivas como leer o escribir.
El Siglo XX terminaba, de este modo, con otra obra más que demonizaba a la televisión. Nada nuevo hasta ahí; sin embargo, adherido al viejo ataque a la “caja boba” se alertaba sobre el advenimiento de una nueva especie de hombre, aquel ya casi incapaz de pensar por cuenta propia, dominado por la imagen que no le exige leer sino solamente ver y, por ende, fácilmente manipulable. Sartori afirmaba que no pretendía frenar el reinado de la televisión, pues sabía que ya era indestronable, sino más bien asustar a los padres y prevenirlos de la nocividad para sus hijos de tantas horas frente a la pantalla.
Como era de esperarse, el libro recibió críticas favorables y otras que revisaron punto por punto sus ideas y las fueron desarmando. El autor no transigió, si no que publicó en la edición siguiente un apéndice contestando a algunas de aquellas críticas. A 27 años de su publicación, ¿queda aún algo por rescatar de aquel libro? ¿Puede todavía decirnos algo útil en estos tiempos de multimedios y redes sociales?
Sartori y su idea de lo que es una imagen y su papel en nuestra cognición no tiene mucha fuerza desde la teoría de la imagen y las teorías del giro lingüístico. Los críticos le recordaron que la imagen siempre acompañó al ser humano, que no es plana sino simbólica, por lo que pensamos en función de imágenes. La tesis fuerte desarrollada en el capítulo uno no se sostiene, porque su base teórica es pobre. Acá es muy difícil defender al autor.
Hoy día la televisión sigue fuerte pero con cambios. Ahora tiene como aliada a las redes sociales y a la profusión de fotografías y videos que se producen desde los celulares de millones de usuarios. A la pantalla del televisor se le suma la pantalla del teléfono. Sartori seguiría alarmado si viera todo esto. Además, todo apunta a que sí hay problemas en la capacidad de entender en los niños, en que el telever supera a la lectura de textos, pero, como ya se ha dicho esto no se puede atacar con la idea de imagen que tiene Sartori; al parecer, lo que queda es volver la mirada a la manipulación que hacen los medios de comunicación masivos sobre la masa crítica, algo que a Sartori le parecía obvio pero que no iba al meollo.
Pero si hay algo en el que Sartori acierta y es en eso donde su obra aún es importante. Las consecuencias de este empobrecimiento cognitivo es el ciudadano que no piensa, lo que ya es una contradicción en los términos. Es que el ciudadano es aquella persona informada, que piensa, que crítica, que elige, que dialoga, que consensua. Como casi nada de esto nos queda, entonces lo que no tenemos es ciudadanía. El politólogo italiano culpa de esto a la televisión y todo parece apuntar a que las redes sociales aumentan el problema y la manipulación de metadatos ya prácticamente nos convierten en títeres.
Resumiendo, Giovanni Sartori estaba alarmado por el declive del pensamiento crítico en los seres humanos. Según él la televisión era la culpable y para eso desarrolla una tesis fuerte en el capítulo uno de su libro explicando cómo es la imagen y en qué sentido nos afecta negativamente. Esta propuesta no se sostiene porque hace aguas conceptualmente hablando. Pero fuera de esto, el hecho de que la participación política es cada vez más pobre si es cierto, también la distracción alienante por medio de las redes sociales y la televisión es alarmante.
El capítulo dos y tres del libro son totalmente actuales y debemos preocuparnos. El politólogo acá despliega toda su sapiencia y es muy difícil atacar sus premisas. Las bases de nuestras sociedades democráticas están en juego si seguimos vaciándonos de contenido, con un “demos debilitado” todo lo que conseguimos como humanidad puede retroceder y una política educativa fuerte es nuestra salvación. Sartori admite que es apocalíptico (Umberto Eco), pero sus argumentos y datos no lo son. En su prefacio escribe: “[…] tengo fe en una escuela apta para oponerse a ese postpensamiento que ella misma está ayudando a crear. Tengo la esperanza de que los periódicos sean mejores, y a la postre, que la televisión también lo sea. Y además, aunque la mía fuera una batalla perdida de antemano, no me importa. Como decía Guillermo d’Orange, no es necesario esperar para emprender, ni lograr para perseverar”. Su libro termina con estas líneas: “Arriesgándome a no existir, yo prefiero resistir”.