La vorágine de información que nos invade desde internet, especialmente a través de las redes sociales, hace que pasen desapercibidas varias cosas. Es por ello que, antes de que lo ocurrido pase como una noticia más, me gustaría comentarla.
Nuestra Constitución, en su artículo 33, habla del derecho a la intimidad. Expresa: “La intimidad personal y familiar, así como el respeto a la vida privada, son inviolables. La conducta de las personas, en tanto no afecte al orden público establecido en la ley o a los derechos de terceros, estará exenta de la autoridad pública. Se garantizan el derecho a la protección de la intimidad, de la dignidad y de la imagen privada de las personas”.
Con ello, tenemos que la intimidad, la dignidad y la imagen de todas las personas está protegida en nuestra propia Ley Suprema, que le da ese rango.
A esto se suman resoluciones desde el Ministerio de Salud, que hablan de la obligación del personal de salud de proteger los derechos a la intimidad y a la privacidad de las personas ”por lo que queda terminantemente prohibido filmar o fotografiar a usuarios sin su consentimiento”.
¿Por qué la cita de estos artículos y a qué viene todo esto? Es que la semana pasada, surgió la noticia de que un supuesto guerrillero del Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), Alejandro Ramos, se hallaba internado en el Hospital Regional de Pedro Juan Caballero, en el Departamento del Amambay.
La noticia corrió como reguero de pólvora y, enseguida, tanto en las redes sociales, como en los portales de varios medios de comunicación, apareció la fotografía del rostro de la persona que estaba internada en el citado centro médico. Lo peor es que las mismas fueron enviadas por los propios funcionarios estatales.
Demás está decir, que no hubo ninguna consideración con esta persona, ya que se publicaban fotos estando en su cama del hospital, y un acercamiento a su rostro, que mostraba todos los rigores de la enfermedad que padecía.
Es más, incluso, vi que algunas personas comentaban en las redes sociales que no había siquiera que darle cuidado médico; en otras palabras, prácticamente que había que dejarlo morir por ser miembro “de este grupo armado”.
Pasaron los días, y se confirmó que no se trataba del fugitivo Alejandro Ramos. Señalaron que seguirán las investigaciones, pero hasta ahora, lo último que tenemos es que no es el buscado miembro del EPP.
Sin embargo, pese a esto, no vi disculpas públicas, ni nada por el estilo en ningún lado, por las acusaciones y publicaciones de su rostro o acostado en la cama del hospital.
Por supuesto que se violó su derecho a la intimidad personal, a su imagen, su dignidad como ser humano. De nada importó que decían que no se podía confirmar la noticia, sino que fue publicada sin ningún cuidado.
Es que lo hicieron aparecer incluso al lado con la fotografía del buscado Alejandro Ramos, como un delincuente que trataba de esconderse de las autoridades.
Ni la prensa, y principalmente, ni las redes sociales (léase Twitter, WhatsApp, principalmente), pueden publicar sin asco fotografías que dañan la dignidad humana. Y no solo porque no sea Alejandro Ramos, aunque se trate del miembro del EPP, no tenemos derecho a mostrarlo de esta manera.
Me pregunto qué pasaría si esta persona es amigo o familiar nuestro. Deberíamos preguntarnos eso siempre. Solo si nos toca de cerca comprenderíamos que no podemos exhibir imágenes de una persona de esa manera.
La dignidad humana es algo que debemos cuidar, ya que por más que una persona sea el peor delincuente, el trato que le damos es lo que nos diferencia de lo que tanto criticamos de los grupos guerrilleros.
Situaciones como esta, hablan mal de nosotros como sociedad, ya que no respetamos derechos humanos básicos.