–¿Qué valor otorga al papel de las organizaciones no gubernamentales como mecanismo de control externo al poder?
–Creo que en sociedades en donde el entramado institucional no funciona bien y donde a la ciudadanía le resulta difícil acceder al poder y controlar y hacer responsables a las autoridades, exigir y presentar sus demandas, el papel de las organizaciones no gubernamentales destaca y se hace más importante porque ayudan a completar un vacío. Más aún, porque en América Latina, aunque también más allá de la región, estamos en una etapa de crisis del sistema del constitucionalismo democrático y ese problema es muy notable.
Sin embargo, aunque se agradece la intervención de muchas de estas organizaciones, porque están cumpliendo un papel muy relevante frente al vacío institucional, lo que los demócratas necesitamos es que el sistema institucional se modifique, que funcione. Hoy estamos frente a esa situación de vacío.
–¿Qué propicia ese vacío?
–Esa situación de crisis o el vacío institucional que tienen nuestras sociedades es lo que da cabida a todas estas experiencias populistas, autoritarias, que vemos en la región. Se aprovechan de esta crisis de las instituciones y de que la gente ha perdido fe en las instituciones oficiales porque, con toda razón, ve que hay problemas allí, que no están funcionando, que no responden y entonces buscan salidas por otros lados. Y es ahí que estos líderes autoritarios se aprovechan de eso, señalan el vacío, acusan a ese vacío como responsable de que la gente no tenga sus necesidades satisfechas y, entonces, apelan directamente a la ciudadanía sin hacer la intermediación institucional. Ese es el fenómeno del populismo.
–¿Por qué actualmente en algunos países se está dando una tendencia a debilitar a las oenegés y desde el Estado hacer que desaparezcan o desalentar que la gente se organice a través de esto?
–Es el mismo fenómeno que tiene que ver con esto del populismo autoritario. En la ciencia social, en la ciencia política, se habla mucho en estas décadas de una erosión democrática. Un fenómeno que pareciera novedoso, que se advierte típicamente en América Latina, donde, mientras que en el siglo XX lo distintivo era que la crisis se traducía en golpe de Estado o había recurrencia de interrupciones militares, en los últimos años lo que se ve es que tenemos sistemas democráticos que se van debilitando de a poco por adentro.
Las autoridades establecidas utilizan el poder, los privilegios y los medios a su disposición para ir erosionando de a poco todo el sistema de frenos y contrapesos, el sistema de controles. Es lo que uno ha visto con Orbán (Viktor) en Hungría o con Erdogan en Turquía o con Trump en Estados Unidos o ahora con Milei en Argentina o Bolsonaro en Brasil. Presidentes con mucho poder que aprovechan las capacidades especiales que tienen para ir erosionando, socavando de a poco el sistema de controles.
Para decirlo gráficamente, en el siglo XX en América Latina las democracias morían de un solo golpe, típicamente un golpe de Estado, y ahora es como lo que Guillermo O’Donell llamaba la muerte por mil cortes, que son un corte hoy, otro mañana, otro pasado mañana y, entonces, se va desangrando el sistema y ninguno de esos golpes es el decisivo.
El líder autoritario va socavando las instituciones de control y entonces no nombra a los jueces vacantes o nombra partidarios o presiona a los organismos de control para que no lo controlen o designa a familiares y amigos en los órganos de control.
El poder establecido sabe que hay núcleos de la sociedad civil que tienen una mirada crítica, entonces también hacen lo posible para atacarlo. Como el caso de la Open Society Foundation, que se termina yendo de Hungría.
–¿Es lo que se está replicando en algunos países de Latinoamérica?
–Claro, es la misma lógica, la misma mecánica en que el poder establecido utiliza los medios a su disposición que básicamente tienen que ver con dinero y con la fuerza, con el poder coercitivo para presionar ya sea a los órganos institucionales oficiales de control o a las organizaciones de la sociedad civil para que no le molesten, para que no lo critiquen.
–Frente al contexto que señala, ¿cuáles son los principales desafíos en Latinoamérica?
–El sistema constitucional se ha ido vaciando de democracia. Fíjate que la primera palabra de la Constitución norteamericana es “we the people: nosotros el pueblo”. Lo primero que dijo el constitucionalismo moderno cuando empezó a hablar fue “el pueblo”. El constitucionalismo y la vida institucional tenía que estar centralmente marcada por el pueblo.
Y lo que ha ocurrido con el paso del tiempo es que el sistema institucional mostró en los hechos que el papel del pueblo no era un papel protagónico y que quienes estaban en el poder hacían todo lo posible para blindarse e impedir que los que estaban afuera los reemplazaran, y el sistema empezó a fortalecer una separación muy fuerte entre representantes y representados, entre electores y elegidos. Entonces, se optó por un sistema que debilitaba las posibilidades de la ciudadanía de decidir por sí misma y de controlar.
–¿Qué plantea esto?
–Que el principal desafío que tenemos es que se ha ido perdiendo vitalidad democrática porque se le ha ido impidiendo a la ciudadanía intervenir, controlar, decidir. Aunque la sociedad se moviliza no encuentra buenos canales institucionales. El sistema se muestra muy impermeable frente a las quejas, las demandas ciudadanas. Se ha dificultado cada vez más a la ciudadanía asumir un papel protagónico. Y al mismo tiempo, se da este otro fenómeno que es esta dificultad de acceder al poder y de controlar, y un crecimiento de las demandas y expectativas sociales.
Entonces, la crisis tiene que ver con demandas crecientes y un sistema que no responde.
Además, hay gobiernos autoritarios que muestran los dientes y que están dispuestos a pisar el acelerador si es que estas demandas democráticas siguen crecientes.
–¿A cuáles se refiere?
–Bukele en El Salvador, ahora vuelve Trump; en Argentina tenemos también una experiencia que muestra muchos costados autoritarios, entonces estamos frente a este tremendo desafío y la pregunta que nos tenemos que hacer los demócratas es, bueno, ¿cómo podemos hacer para recuperar poder? La respuesta no es fácil, pero en todo caso, creo que se empieza a abrir en todos lados búsquedas y pequeñas salidas que van apareciendo aquí y allá, búsquedas democráticas.
El panorama tiene estas ambigüedades: Por un lado, oscuro porque están estas experiencias populistas y hay arranques autoritarios, pero también hay estas búsquedas que están allí. O sea, como que la pelea está abierta.
–¿Y qué pasa con los partidos políticos?
–Creo que la historia de los partidos políticos, en un punto, terminó. La idea de los partidos políticos tenía que ver con agrupaciones que representaban intereses que eran más o menos homogéneos.
Pero nuestras sociedades contemporáneas se definen, sobre todo, como sociedades multiculturales. Hoy no tenemos 3, 4, 5 grupos, sino cientos, miles de grupos, y además, miles de grupos con intereses heterogéneos. Hoy, la identidad de las personas no está marcada por su lugar en el trabajo o porque eres ecologista. Uno está en mil cosas.
–¿Qué opina sobre los grupos políticos que llegan al poder para encumbrarse a gran velocidad económicamente apropiándose de los recursos públicos con absoluta impunidad?
–Yo lo resumiría con la imagen de cómo que la maquinaria está rota: La maquinaria institucional, constitucional se rompió. Y eso tiene que ver con la crisis de representación. Los que están en el poder ven que finalmente el vínculo entre empresarios y política tienen muchas chances de pactar entre ellos, de forzar o presionar para hacer leyes que los beneficien a sus propios intereses, sin ningún costo, porque la ciudadanía ha quedado sin canales institucionales apropiados para impugnar, para criticarlos, para responsabilizarlos, para sacarlos. Insisto, lo doy como un ejemplo, no porque esa es la salida, pero existía junto al voto el derecho de revocatoria.
Junto al derecho al voto existía el derecho a revocatoria. Es decir, yo te voto, pero me quedo con el derecho de sacarte de ese lugar mañana si… O también había otra institución que también olvidamos, o extirpamos, que eran las instrucciones obligatorias. Es decir, usted llega al poder con algunos mandatos imperativos. Cosas que sí o sí tienes que cumplir, y si no lo haces, yo tengo el derecho de revocarte el mandato.
La maquinaria supo tener instrumentos para que el pueblo no terminara de intervenir políticamente el día que votó. Y, en cambio, hemos ido reduciendo cada vez más la democracia a la participación del día uno, de la gente en la elección, y luego los representantes hacen básicamente lo que quieren. ¿Por qué? Porque han cortado todos los puentes, han quemado todos los puentes entre ciudadanos y representantes.
–¿Qué hacer ante esto?
–Necesitamos recuperar muchos de esos puentes, y luego lo que uno puede hacer simplemente es un llamado al valor de la movilización. Yo tengo confianza, en América Latina no es que la sociedad está adormecida, sino que está muy golpeada, pero se trata de una sociedad que sigue mostrando signos de vitalidad.
Está la confianza en esta gimnasia de movilización que América Latina siempre ha mostrado. No digo que todas las movilizaciones son espectaculares o que siempre van a haber. Lo que digo es que no es acertado el juicio que señala que ahora la gente está adormecida porque hay redes sociales.