Susana Oviedo
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El embajador Ricardo Scavone Yegros asumió hace una semana como director de la Academia Diplomática y Consular con tareas inmediatas de gestionar el reconocimiento de este centro de enseñanza por el Ministerio de Educación y Ciencias como un Instituto de Formación Superior, conforme a la nueva Ley N°6935 del Servicio Diplomático y Consular, Administrativo y Técnico. Además, tendrá que organizar un nuevo proceso de evaluación para que 314 postulantes del XVI Concurso Público de Oposición y Méritos convocado el año pasado vuelvan a repetir los exámenes ante las denuncias de que pudieran haberse dado irregularidades.
–¿Cuáles son los perfiles de diplomáticos que se requieren en la actualidad?
–La diplomacia ha cambiado mucho en los últimos años. Tiene mayor énfasis en la gestión, en la negociación, en la atención de cuestiones mucho más concretas y prácticas. Está más integrada. La organización internacional trata temas que tienen mucho que ver con las preocupaciones de los países, entonces eso obliga a que los funcionarios diplomáticos tengan mayores capacidades para actuar en un entorno internacional.
Una primera herramienta que precisan es el dominio de otros idiomas, principalmente del inglés, que hoy es el idioma de comunicación universal y comunicación diplomática; además de un conocimiento a profundidad del funcionamiento de la organización internacional, del derecho internacional, de las oportunidades que se ofrecen en materia de cooperación internacional.
El diplomático tendría que tener una formación general básica y la Academia Diplomática debería proporcionarles algunos complementos vinculados específicamente a la representación del Estado desde la función diplomática o la función consular.
–¿Y un conocimiento profundo de la realidad del país?
–Sí, efectivamente, además de entender el mundo y las reglas del mundo. En general, el diplomático tiene que tener un profundo conocimiento de la realidad nacional, de la economía, de la demografía, de los problemas, por ejemplo, en las zonas fronterizas, porque los cambios son muy rápidos.
Un funcionario que sale al servicio exterior, al volver, cinco años o seis años después, encuentra un país diferente en el que los problemas se han modificado. Los problemas que eran graves diez años antes son menos importantes ahora frente a otros desafíos del crimen organizado, por ejemplo, entonces la formación de los diplomáticos no puede darse solamente en la etapa inicial, sino que tiene que ser una formación continua, tiene que haber un periodo de actualización y la Academia Diplomática debería pensar en un proceso de actualización permanente porque se modifica la legislación tributaria o la legislación en otros órdenes, se adoptan nuevas políticas en determinados aspectos. La Academia tendría que pensar cómo formar a los diplomáticos con respecto a esos cambios que se están dando internamente.
–¿Cuál es un desafío importante hoy en el escenario internacional y que va a tener que contemplarse en la formación de los diplomáticos?
–La agenda internacional presenta innumerables desafíos. Es muy difícil priorizar determinados temas. No obstante, lo ambiental es relevante, los derechos humanos, la delincuencia organizada transnacional, el manejo de recursos naturales transfronterizos, la movilidad y el libre tránsito, el cibercrimen son temas todos sumamente delicados.
También está la diplomacia digital, la diplomacia pública. Es decir, la posibilidad de transmitir, a través de distintas plataformas no solamente lo que se está haciendo, sino también lo que es el país. Aprovechar las herramientas que dan las redes sociales para dar a conocer la actividad del servicio exterior, y también la realidad, la cultura, las necesidades del país.
La Academia también debe ocuparse de las herramientas, es decir, de tratar de que los funcionarios diplomáticos tengan capacidades para abordar los distintos desafíos que pueden presentarse, y que pueden cambiar en el curso de sus carreras.
Entiendo que deberíamos trabajar más en el análisis de la coyuntura política internacional y de la coyuntura política interna de cada país. Hay que trabajar también en el conocimiento de las estadísticas y las informaciones y los indicadores económicos. Perfeccionar las habilidades para el contacto con los medios de comunicación, y la utilización de las redes sociales. En fin, son muchos desafíos los que se presentan hoy en la formación de los diplomáticos.
–Paraguay continúa siendo un país desconocido o sesgadamente conocido. ¿Qué hace falta para potenciar rasgos significativos de nuestra idea, admirados por muchos, como el idioma guaraní y otros aspectos?
–Pienso que es necesario definir algunas prioridades y dar herramientas a las embajadas para atenderlas. Esa debe ser una tarea del Ministerio de Relaciones Exteriores, con la Secretaría Nacional de Cultura y eventualmente con otras instituciones del Estado o de la sociedad civil. Definir qué aspectos del Paraguay nos gustaría poner.
El mundo presenta hoy una pluralidad de temas, de informaciones, y es muy difícil tener una presencia activa si no se define un perfil o determinados aspectos que se quieran resaltar. Por ejemplo, un aspecto importante del Paraguay indudablemente es la lengua guaraní; en realidad, la lengua y la cultura guaraní que nos dan una identidad y que nos hacen diferentes de otros países. El interés por los países iberoamericanos se concentra en determinadas porciones y a esos espacios hay que llegar.
Por ejemplo, en España, yo me esforcé por identificar académicos, profesores universitarios, que hayan hecho sus tesis sobre el Paraguay, y formar una especie de red que mantenga el interés. Incluso estimule a estudiantes que están preparando sus tesis de maestría o doctorado para ocuparse del Paraguay.
Esa es una forma lenta cuyos resultados, indudablemente, se ven en el largo plazo, pero que nos debería preocupar, porque uno de los aspectos más resaltantes de esa situación de desconocimiento del Paraguay es que en el ámbito académico no existe un experto o un conocedor de lo que está pasando en Paraguay, de su situación política, de su historia, de los aspectos económicos y demás.
–¿Ayudaría a mejorar la gestión diplomática una evaluación permanente del desempeño de nuestros funcionarios en el exterior?
–Es imprescindible. Muchas cancillerías, por lo menos en Iberoamérica, tienen un sistema para medir los resultados de la gestión diplomática. Entonces, se fijan a las embajadas y a los consulados determinados objetivos sobre los que esas representaciones tienen que informar cuánto se avanza o cuánto se ha logrado. Entonces puede haber una evaluación objetiva respecto de ese resultado. Ese es un trabajo que en las cancillerías de Sudamérica se encarga generalmente la Dirección de Planificación Política que elabora determinados criterios que tienen que ser en alguna medida objetivos. Tiene que poder medirse y determinar hasta qué punto se cumplieron o no esos objetivos. No es un tema en que yo pueda opinar, pero sí, se hace, y nosotros en eso tenemos un rezago.
–¿Qué va a significar para la Academia Diplomática su reconocimiento por el MEC como Instituto de Educación Superior?
–Por la nueva ley, la Academia ya no estará destinada exclusivamente a la formación de los funcionarios diplomáticos, sino también administrativos y técnicos. Además, reunirá requisitos de calidad académica propios de instituciones de educación superior. Y podrá dictar diplomados sobre relaciones internacionales, o cooperación para otros ministerios y gremios.