29 abr. 2024

“Era tortolero y ahora cuido lo que robaba. Gané confianza, hasta me dejan su llave”

Arnulfo Bolaños dedicó parte de su vida a robar en la calle, a hurtar objetos dentro de los autos. Fue tres veces a la cárcel donde conoció a pastores que lo orientaron. Hoy es un conocido cuidacoches. Cuenta que se redimió hace 12 años.

Mi nombre es Arnulfo Arnaldo Bolaños Peralta. Tengo 53 años. En total, tengo como 11 hijos de distintas madres. Con mi actual pareja, que es una persona sordomuda, tengo una hija de dos años y vivimos hacia Bañado Sur, Asunción.

Nací en Sajonia, en la zona llamada Murallón Cué, donde venía toda la gente del interior. Después nos agarró la inundación del río Paraguay y nos mudamos con mi mamá y algunos de mis hermanos ya mayores.

Tenía 7 años cuando fuimos a vivir a la compañía Posta Gaona, de la ciudad de Itá, vendíamos remedios refrescantes, en esa época había todavía muchos montes y era fácil conseguir las plantas medicinales. También nos íbamos a trabajar a las cosechas de algodón y caña de azúcar.

A los 15 años fui a la Argentina; primero se fue mi mamá para trabajar como empleada doméstica y luego me mandó el pasaje. Allí estuve varios años trabajando como ayudante de pintor. A los 21 años, más o menos, volví a Asunción. Vine porque me peleé con mi ex suegro.

Dinero fácil

En esa época ya comenzaba a ir al piki vóley y veía cómo mis socios conseguían plata fácil para el juego y entré en ese mundo. Primero era lo que antes se conocía como caballo loco. Robaba cadenas de oro que cuando eso se usaba mucho. Eso hacía por la zona del centro y era muy veloz, no me alcanzaban luego cuando me perseguían; era alto, flaco, estaba en plena juventud.

Después ya empecé a ser tortolero, robaba objetos que había dentro de los autos. Para el objetivo, como le llamábamos, armábamos grupos de tres personas. Uno se encargaba de abrir el auto, otro entraba a robar y después estaba el botinero, ese era el que transportaba las cosas, generalmente era una persona anciana o esa gente que menos ibas a pensar, ese era el que llevaba las cosas, para despistar y no encontrar nada en el sospechoso.

Yo era el que entraba dentro del auto, principalmente lo que encontraba era autorradio. Era muy rápido, en menos de un minuto ya tenía que hacer todo. Si en esa época, año 1995, más o menos, había cámaras, circuito cerrado, yo iba a ser famoso. En ese entonces, además, los autos casi no tenían alarmas. Antes de hacer el golpe, nos fijábamos cuando la gente se bajaba del vehículo para ver si no sonaba.

Tres ingresos a la cárcel

La policía ya comenzó a tenerme en la mira, me andaban investigando hasta que un día me encontraron infraganti. Me fui directo a Tacumbú, por seis meses.

Al salir del encierro incluso ya era más profesional para robar. En la cárcel hay de todo, y encima hay mucho tiempo. En esa época ya tenía esposa y cuatro hijos que alimentar; volví a la plata fácil y dos años después, fui preso nuevamente.

En la segunda y la tercera vez, ya fui por más tiempo, hasta me hicieron pagar otra condena que no era mía, no era la zona donde yo robaba.

Llegué a estar en el pabellón Libertad, espacio de la Capellanía Evangélica Carcelaria. Me iba al culto y sentía que me hacía bien. Yo sentí que los pastores con la imposición de manos me llegaron a curar de un problema de corazón que tenía desde chico, nunca más tuve molestias ni nada.

Al salir de la cárcel ya había perdido todo, mi esposa ya no me esperó. Mi mamá, que siempre lloraba y se preocupaba por mí, ya falleció. Estaba solo.

“NO toco ni una moneda, ahí dejo”

Una vez cuando pasaba por el Palacio de Justicia miraba a los cuidacoches que tenían todos sus sectores y pensé por qué yo en su momento no agarré también un lugar. Después vine como cuidacoches aquí, detrás de la Municipalidad de Asunción, donde estoy hace como 12 años.

Había gente que me quería sacar de aquí y cuando había algún robo ya iba demorado a la comisaría por ser sospechoso, para más que mi largo antecedente no me ayudaba en nada. Había un comisario que recuerdo, me advertía que si hacía algo me iba a prohibir permanecer como cuidaautos en esta zona, y yo no quería perder este lugar.

Yo creo que fui elegido de Dios porque justo en esta esquina estaba una oficina o Iglesia evangélica. Una vez se me acercó un pastor y me dijo que alguien muy importante le enviaba junto a mí para darme una noticia, que el soñó que Dios me mandaba decir que yo iba a triunfar en este lugar, y yo tomé esa palabra, yo creí que así sería. En otra ocasión vinieron más pastores, que había sido, me andaban buscando por mi historia. Se pusieron a orar por mí y me regalaron una Biblia.

Y así fui dejando la delincuencia. En esta zona ya soy conocido cuidando autos y tengo muchos clientes, gané confianza. Algunos hasta me dejan su llave para lavarles y no toco ni una moneda, ahí en su lugar dejo.

Cuido lo que antes robaba. Ese dinero fácil que se consigue robando, fácil se va otra vez. Y los que más sufren detrás de uno son los familiares.

Cuidacoches contratados piden hablar con autoridades

Cuidacoches contratados como ordenadores por el consorcio Parxin, para el estacionamiento tarifado, piden hablar con autoridades municipales y del gobierno central para buscar una alternativa en caso de perder el puesto de trabajo. El grupo de más de 100 cuidacoches que iban a pasar a la formalidad quedaron suspendidos y entregaron nuevamente sus uniformes y teléfonos a la empresa. Esto se da ante la suspensión del estacionamiento tarifado y el inicio del proceso, por parte de la Municipalidad, para rescindir el contrato con el consorcio, tras el informe técnico que confirmó que la app de Parxin no cumple con los requisitos mínimos para su funcionamiento. El producto es además distinto al ofertado y adjudicado.

Arnulfo Bolaños, cuidacoches que no forma parte de los contratados por el consorcio, considera que conseguir un trabajo formal es un desafío para la mayoría de los cuidacoches al contar con antecedente penal.

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