Lino está un poco impaciente mientras Onza pasta apaciblemente. Ambos bueyes están listos para hacer el recorrido, el trayecto rumbo a Caacupé, partiendo desde un hogar rodeado de cerros.
En la compañía Hugua Sayju, en los alrededores del cerro Mbatovi, los preparativos para la peregrinación se iniciaron hace tiempo.
No son impedimento algunas de las gordas nubes que de vez en cuando descargan un furioso aguacero y luego se marchan dejando la sofocante humedad, aplacada por una fresca brisa.
En la casa de Lino Gastón, todos los preparativos estaban en marcha. El tatacuá ya había terminado de cocinar crocantes chipas y humeantes sopas. Las conservadoras con agua y gaseosas estaban listas para ser alzadas a la carreta.
Cada año, Lino hace el trayecto en el tradicional vehículo con su familia. Sigue la costumbre que comenzó su padre hace décadas.
”Desde que era muy chico, hago esta peregrinación. Hace 50 años”, detalla mientras prepara a los animales para el trayecto desde esa zona ubicada en Paraguarí hasta la Villa Serrana.
Cargar la carreta no lleva mucho tiempo. Tal vez media mañana o un poco más. Sin embargo, el operativo para la peregrinación empieza con semanas de anticipación.
Las hijas de Lino piden permiso en su trabajo con anticipación, cuenta. Además se deben juntar los fondos durante los meses previos para costear el viaje. A ello se sumará lo que se gastará durante la estadía en Caacupé, tanto en comida como en otras cosas.
Pablino Grance, otro de los que realizan la travesía desde Hugua Sayju desde hace 40 años, habla de una inversión de G. 2.000.000. Lino calcula alrededor de G. 500.000 a lo que se suma lo que se gasta por día en Caacupé.
Recorrido. Generalmente, la estadía en la Capital Espiritual del país es de un poco más de dos días.
Una vez culminada la misa central del 8, los peregrinantes en carreta aguardan unas horas para que haya menos tráfico y así iniciar el operativo retorno.
Alrededor de ocho horas pueden llevar recorrer los 30 kilómetros que separan a Hugua Sayju de Caacupé.
“Nos vamos lentamente y luego nos quedamos en el camino para el descanso, dar de comer y tomar agua a los animales”, describen Lino y Pablino.
Vacaciones. ”Estas son nuestras vacaciones”, dice Lino al describir cómo su familia vive la peregrinación en carretas.
Los niños son los más entusiastas y desde días antes ya están ansiosos esperando la salida, cuenta.
Con cierta tristeza, Pablino cuenta que antes en Hugua Sayju salían por lo menos 12 carretas. Hoy son cinco. “Hay familias que ya no pudieron seguir”, sostiene.
Subidos a su carreta, cada año llegan hasta la Virgen para pagar sus promesas y agradecer. Y por lo bajo, como susurrándole, piden que la tradición no se acabe. Amén.