El Presupuesto 2023 aprobado tiene graves problemas de financiamiento y rigidez, lo que ocasionará que finalmente gran parte de los recursos disponibles se destinen a financiar remuneraciones, deuda y déficit de la Caja Fiscal. Quedará poco para el resto de los rubros que son tan necesarios para que el Estado brinde los servicios que necesita la población. La aspiración de calidad de los servicios está más lejos aún.
El Presupuesto público se ha convertido en un mecanismo de financiamiento de objetivos particulares. El año 2022 fue particularmente ejemplar por la gran cantidad de proyectos presentados durante el año para modificar la Ley del Presupuesto vigente.
Todas esas iniciativas desdibujan el panorama global presupuestario, distorsionando los niveles y la estructura del gasto. Estos cambios, que parecen mínimos en cada iniciativa, al final del año terminan afectando no solo a la posibilidad de prestar servicios básicos, sino también a la eficiencia del gasto y a la reducción de las desigualdades, uno de los principales flagelos que enfrenta nuestra economía.
La cada vez peor gestión presupuestaria del Parlamento y la inminencia del año electoral motivaron al Poder Ejecutivo la presentación de un proyecto de ley “De comportamiento gubernamental en materia administrativa y fiscal durante épocas electorales” para limitar el uso de recursos públicos de manera electoral.
Sin embargo, a ocho meses de haberse presentado y ya con el cierre de un nuevo periodo parlamentario, se puede concluir que el proyecto de ley fue “cajoneado” en el Congreso.
En este lapso, ni siquiera fue analizado por las comisiones asesoras para la emisión de un dictamen.
Si había alguna duda de que los parlamentarios utilizan su poder para aprobar recursos que solo sirven a intereses electoralistas, la gestión de este año confirma dicha hipótesis. El pésimo Presupuesto 2023 aprobado por ellos y la indiferencia hacia el mencionado proyecto evidencian la total falta de compromiso del Poder Legislativo con la población paraguaya.
Desde 2015 la economía viene deteriorándose, si se observan los indicadores laborales. Los ingresos reales cayeron sistemáticamente, tendencia que se agravó con la pandemia y hasta ahora no pudo recuperarse.
La esperada recuperación pospandemia no se logró debido a muchos factores exógenos y endógenos y las expectativas para el próximo año no son muy optimistas, dado que gran parte de los determinantes que impidieron un mejor desempeño económico se mantienen e inclusive pueden empeorar, como la crisis climática.
Los datos del Instituto Nacional de Estadística muestran que el ingreso laboral promedio en 2021 es apenas superior a los registrados en 2000 y 2012, con lo cual se podría señalar un retroceso en términos reales de entre 10 y 20 años. La tasa de desempleo abierto se ubica entre las más altas de los últimos 15 años.
Si a las malas condiciones laborales se agregan los pésimos servicios públicos, tenemos una combinación perfecta de baja calidad de vida, lo cual no es un problema solo de los hogares, ya que el malestar que se genera termina mostrando sus efectos en la violencia y la ingobernabilidad, factores sumamente negativos para cualquier expectativa de crecimiento a largo plazo y desarrollo.
Esperemos que el año 2023 les devuelva a los parlamentarios el compromiso por la patria, y que, a pesar de las campañas proselitistas, puedan hacer mejor la tarea que en los últimos años; la ciudadanía así lo anhela.