En una de las ceremonias más sugestivas y cargadas de significado en la tradición católica, en la que se celebra la espera de la Resurrección, Francisco comenzó recordando el dolor y el desánimo de las mujeres que acudieron al sepulcro de Jesús. Al igual que durante el viacrucis, Francisco enumeró el dolor que se vive en nuestros días. “Y si hacemos un esfuerzo con nuestra imaginación, en el rostro de estas mujeres podemos encontrar los rostros de tantas madres y abuelas, el rostro de niños y jóvenes que resisten el peso y el dolor de tanta injusticia inhumana”, explicó. Entonces fue recordando “el rostro de todos aquellos que caminando por la ciudad sienten el dolor de la miseria, el dolor por la explotación y la trata”. También citó “el rostro de aquellos que sufren el desprecio por ser inmigrantes, huérfanos de tierra, de casa, de familia; el rostro de aquellos que su mirada revela soledad y abandono por tener las manos demasiado arrugadas”. Para Francisco, el dolor y el rostro de esas mujeres de la Biblia son “el rostro de todos aquellos que, caminando por la ciudad, ven crucificada la dignidad”. efe