En la noche del domingo 30 de enero, tras los fatídicos sucesos en un concierto en la ciudad de San Bernardino, la población entera del país pudo comprobar la manera en que la policía parecía tan atónita como los miles de asistentes al festival musical en el que fueron asesinadas dos personas y heridas otras cinco. Hubo que esperar varias horas para que las autoridades comenzaran a entender lo que había sucedido.
En el sitio, la seguridad fue lo suficientemente frágil o quizá inexistente como para que una o más personas ingresaran con armas de fuego, y un evento multitudinario que en este caso congregó a más de 15.000 personas no puede, de ninguna manera, escapar a la mirada de seguridad pública.
Varias horas después, el ministro del Interior se reunió con la cúpula policial y sus declaraciones fueron hechas públicas en un portal estatal de noticias: “No hay información clara ni precisa sobre cuál sería el móvil. Las siguientes horas van a ser fundamentales para ir determinando el móvil del hecho y también a los autores”.
Mientras pasaba el tiempo las únicas explicaciones sobre el atentado eran extraoficiales y las hipótesis se fueron acumulando. Al final triunfó la teoría de que fue un hecho de sicariato, aunque hasta el momento la policía no dilucidó quién fue el objetivo del mismo. Lo que sí quedó claro es que, a partir del pasado domingo, todos los paraguayos pueden potencialmente verse expuestos como víctimas colaterales de venganzas entre clanes mafiosos. No es la primera vez que el crimen organizado golpea un lugar con gran asistencia de personas, episodios ya se vieron en la zona fronteriza, y hubo en aquellos incidentes varios muertos y heridos como víctimas circunstanciales de la violencia de los criminales.
Recién al día siguiente la policía pudo constatar que uno de los heridos en el atentado de San Bernardino, Luis Bogado Quevedo, quien sin que nadie lo pudiera explicar convincentemente, estaba cómodamente siendo atendido en un sanatorio de lujo de la capital. Pero solo fue encontrado y vinculado al caso cuando la policía fue a buscar al otro herido, Marcelo Monteggia, quien fue dado de alta y llevado hasta la Agrupación Especializada. En la búsqueda de heridos en los hospitales y sanatorios, la policía encontró que Luis Bogado Quevedo estaba en el sitio, que contaba con antecedentes y orden de captura internacional.
Sin embargo, aconteció algo que superó la capacidad de asombro e indignación de la ciudadanía: y es que dos policías ingresaron 27 veces al sistema informático para modificar la información sobre el presunto narco José Luis Bogado Quevedo. Lo que al comienzo se veía como un antecedente de prestación alimentaria que había expirado y por eso se había levantado la orden de captura con fines de extradición, resultó ser en realidad una orden de captura internacional de una persona con 34 procesos en el Brasil.
Más allá de la vergüenza y la indignación queda claro que esta situación es intolerable e insostenible. Paraguay, que celebra hoy 33 años de democracia, debe hacer de forma urgente una reforma de su policía nacional.
Este país no se merece ser gobernado por el crimen organizado.