14 may. 2024

El miedo cartista

Luis Bareiro – @LuisBareiro

La orden de detención librada contra Horacio Cartes por un juez brasileño provocó un verdadero festival de disparates en Paraguay. En puridad, al ex presidente lo acusan de haber financiado la permanencia en la clandestinidad de su amigo Darío Messer, sindicado como el cerebro del esquema montado para blanquear miles de millones de dólares provenientes de la evasión fiscal y el pago de coimas en Brasil.

A partir de la noticia, tanto los enemigos acérrimos como los defensores rentados del tabacalero lanzaron un aluvión de imprecisiones con el único fin de confundir. Vale la pena ordenar la información para entender mejor cuál es hoy el escenario, y el porqué de su impacto en nuestro endeble mercado político.

Lo primero que hay que decir es que la orden de detención de Cartes se sustenta en elementos nuevos obtenidos tras la aprehensión de Darío Messer en Brasil a fines de julio pasado. De hecho, esta es una nueva investigación que busca determinar dónde estuvo oculto Messer y quiénes lo ayudaron a permanecer prófugo.

Es en ese escenario que surgen las únicas pruebas documentales que dio a conocer hasta ahora la Fiscalía brasileña sobre la presunta vinculación de Cartes con Messer en ese periodo, lo que no significa que no existan otras que no haya revelado aún.

El elemento más importante es una carta escrita de puño y letra por Messer destinada a un amigo a quien llama Patrón y en la que le pide 500.000 dólares como primer aporte para financiar su defensa jurídica. Messer fotografió la nota y la archivó en su teléfono móvil. En el mismo teléfono se encontraron impresiones de pantalla de conversaciones que mantuvo a través del WhatsApp con una persona a la que registró como Rei, y a la que se dirigía como Patrón. El número de esa persona corresponde a Horacio Cartes.

El propio Messer refiere en la carta que el portador de la epístola sería Roque Silveira, un tabacalero de Salto del Guairá mencionado en varias investigaciones periodísticas como una pieza clave en el contrabando de cigarrillos en la región.

La Fiscalía también presentó varias comunicaciones vía WhatsApp entre Silveira y Messer, y entre Silveira y otros que dan cuenta de cómo el dinero que supuestamente aportó Cartes llegó a manos de Messer a través de casas de cambio que operan en Paraguay, y de las que hacía retiros periódicos la novia de Messer. Está probado que la joven entraba y salía del Paraguay y que incluso consiguió documentación paraguaya.

No sabemos si la Fiscalía brasileña tiene documentación que pruebe que Horacio Cartes recibió la carta, que entregó esa y otras sumas y que ese dinero llegó efectivamente a manos de Darío Messer. Sí sabemos que Messer escribió una carta dirigida casi con seguridad a Cartes y que tuvo breves comunicaciones vía WhatsApp con un número de teléfono que corresponde al ex presidente.

Lo que exhibió por de pronto la Justicia brasileña es suficiente para abrir una investigación en contra de Cartes, pero difícilmente baste todavía para pedir su detención con fines de extradición. Por otro lado, si se presentaran luego otras pruebas de mayor contundencia, sería casi insultante que los operadores políticos del tabacalero esgriman como defensa la presunta vigencia de sus fueros, porque estos solo pueden proteger a un legislador cuando accionan judicialmente en su contra por lo que hizo o dijo en su calidad de tal. Y ese, claramente, no es el caso de Cartes.

Pero vayamos a la cuestión de fondo: ¿Por qué si la causa presentada contra Cartes está aún en una fase muy preliminar ha causado tanto pavor en las filas de Honor Colorado?

Es simple. El caso Messer golpea el corazón mismo del cartismo, porque el cartismo no es sino un movimiento político construido en torno a un hombre cuyo liderazgo se basa exclusivamente en su disponibilidad casi ilimitada de dinero. Y ese flujo se sostiene sobre el negocio de la venta de cigarrillos que terminan casi en su totalidad en el gigantesco mercado negro brasileño, el mismo mercado donde se lavan los miles de millones de dólares de la corrupción, el narcotráfico y la evasión fiscal, y del que Messer era un alumno aventajado. Y Messer cayó.

Definitivamente no es un miedo infundado.

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