08 sept. 2025

El Don de Entendimiento

Cada página de la Sagrada Escritura es una muestra de la solicitud con que Dios se inclina hacia nosotros para guiarnos hacia la santidad. El Señor se muestra en el Antiguo Testamento como la verdadera luz de Israel, sin la cual el pueblo se descamina y tropieza en la oscuridad.

Jesús promete el Espíritu de verdad, que tendrá la misión de iluminar a la Iglesia entera. El Paráclito nos conduce desde las primeras claridades de la fe a una “inteligencia más profunda de la revelación”. Mediante el don de entendimiento o inteligencia al fiel cristiano le es dado un conocimiento más profundo de los misterios revelados.

Gracias a este don –enseña Santo Tomás de Aquino–, “Dios es entrevisto aquí abajo” por la mirada purificada de quienes son dóciles a las mociones del Paráclito, aunque los misterios de la fe sigan envueltos en cierta oscuridad.

En este día del Decenario al Espíritu Santo podríamos preguntarnos sobre el deseo de purificar nuestra alma, y si este deseo tiene, entre otras manifestaciones, el aprovechar muy bien las gracias de cada confesión.

Si acudimos a ella con la puntualidad que hayamos previsto, si preparamos con toda sinceridad el examen de conciencia, si pedimos al Paráclito ayuda para fomentar la contrición y un gran deseo de alejarnos de todo pecado y faltas deliberadas.

El don de entendimiento lleva a captar el sentido más hondo de la Sagrada Escritura, la vida de la gracia, la presencia de Cristo en cada sacramento y, de una manera real y sustancial, en la Sagrada Eucaristía.

Este don nos da como un instinto divino para aquello que de sobrenatural hay en el mundo. Ante la mirada del creyente iluminada por el Espíritu brota así todo un universo nuevo.

Los misterios de la Santísima Trinidad, de la Encarnación, de la Redención, de la Iglesia se convierten en realidades extraordinariamente vivas y actuales que orientan toda la vida del cristiano, influyendo decisivamente en el trabajo, en la familia, en los amigos... Su influjo hace la oración más sencilla y profunda.

(Frases extractadas del libro Hablar con Dios, de Francisco Fernández Carvajal).