29 jun. 2025

El don de entendimiento

Cada página de la Sagrada Escritura es una muestra de la solicitud con que Dios se inclina hacia nosotros para guiarnos hacia la santidad.

Jesús promete el Espíritu de verdad, que tendrá la misión de iluminar a la Iglesia entera. Con el envío del Paráclito “completa la revelación, la culmina y la confirma con testimonio divino”. Los mismos Apóstoles comprenderán más tarde el sentido de las palabras del Señor, que antes de Pentecostés se les presentaban oscuras. "Él es el alma de esta Iglesia -enseña Pablo VI-. Él es quien explica a los fieles el sentido profundo de las enseñanzas de Jesús y su misterio”.

El Paráclito nos conduce desde las primeras claridades de la fe a una “inteligencia más profunda de la revelación”. Mediante el don de entendimiento o inteligencia al fiel cristiano le es dado un conocimiento más profundo de los misterios revelados. El Espíritu Santo ilumina la inteligencia con una luz poderosísima y le da a conocer con una claridad desconocida hasta entonces el sentido profundo de los misterios de la fe.

Gracias a este don -enseña Santo Tomás de Aquino- “Dios es entrevisto aquí abajo” por la mirada purificada de quienes son dóciles a las mociones del Paráclito, aunque los misterios de la fe sigan envueltos en cierta oscuridad.

En este día del Decenario al Espíritu Santo podríamos preguntarnos sobre el deseo de purificar nuestra alma, y si este deseo tiene, entre otras manifestaciones, el aprovechar muy bien las gracias de cada confesión. Si acudimos a ella con la puntualidad que hayamos previsto, si preparamos con toda sinceridad el examen de conciencia, si pedimos al Paráclito ayuda para fomentar la contrición y un gran deseo de alejarnos de todo pecado y faltas deliberadas.

Al terminar nuestra oración acudimos a la Virgen, que tuvo la plenitud de la fe y de los dones del Espíritu Santo, y le pedimos que nos enseñe a tratar y a amar al Paráclito en nuestra alma siempre, pero de modo particular en este Decenario, y que no nos quedemos a mitad del camino en ese sendero que conduce a la santidad, a la que hemos sido llamados. (Frases extractadas del libro Hablar con Dios, de Francisco Fernández Carvajal).