Soy de Villa Hayes, pero realmente hace cuatro años recién me mudé acá. Estaba más adentro del Chaco, en la zona de Pa’i Puku, ahí estudié y crecí. En esa ciudad terminé la escuela y el colegio.
Apenas terminé mi bachiller vine a la ciudad de Villa Hayes con planes de estudiar una carrera universitaria en alguna facultad. Estaba siguiendo Contaduría y Administración en la UniNorte. Pero tenía que dejar porque me quedé sin trabajo y lastimosamente tuve que dejar de estudiar.
En ese entonces estaba en el primer curso y trabajaba en la cantina de una escuela. Y pasaron ya casi cuatro años de eso. A partir de ese momento preparé mi currículum y repartí por todos lados.
Mientras esperaba que alguien o alguna empresa me llamara, yo de igual forma buscaba por acá algún trabajito; hasta que encontré uno que era de empleada en una casa particular.
Tuve que trabajar de empleada por medio de gente conocida porque nadie me llamaba. Así estuve dos o tres años sin empleo.
Pero, de todas formas, en la escuela donde yo entraba aprendimos de todo un poco y tenía mi máquina de coser que me regalaron mis padres cuando cumplí 15 años.
Hacía cortinas, sábanas, almohaditas, arreglaba ropas, remendaba, hacía de todo un poco porque la verdad que nadie me llamaba hasta ese entonces. En el colegio Pa’i Puku aprendimos corte y confección, cocina, manualidades, etc. Todo lo que aprendí me ayudó bastante a sobrevivir y ayudar a mi familia.
Trabajaba a pedido, puse en la reja de la casa donde vivía que se hacía costuras y la gente me llevaba su ropa.
Realmente, lo poco que ganaba salvaba para el día a día. Yo le daba a mi mamá lo que juntaba porque ella sabía lo que faltaba en la casa y para la comida del día.
Sufrir para valorar
Mi papá siempre se dedicó a conducir maquinarias pesadas de campo –topadoras, tractores– y mamá se dedicaba a cocinar en la estancia. Cuando era más chica trabajaba con mi papá; incluso, a caballo arreábamos con él las vacas en la estancia donde trabaja hasta hoy.
Desde chiquita supe lo que era trabajar y cómo se ganaban la vida mis padres. Tanto mi mamá como mi papá siempre nos decían que teníamos que ver y sufrir lo que ellos sufrían para que nosotros podamos valorar el estudio y así podamos mejorar en la vida.
Gracias a esa enseñanza tengo un buen ejemplo a seguir.
Actualmente tengo 24 años y antes de conseguir mi actual empleo, estuve al menos dos años manteniéndome con los trabajos de costura y demás.
Pero nunca dejé de repartir currículum. Hace siete meses por ahí conseguí entrar a trabajar en la obra de duplicación de la ruta PY09, en el tramo Falcón – Remanso. Primero como banderillera y ahora como apuntadora. Un ex compañero que trabaja ahí me hizo el favor de meter mi currículum y me llamaron.
Me puse muy feliz cuando me llamaron, no podría creer y lo primero que pensé fue que iba a retomar mi estudio que había dejado justamente porque me había quedado sin un ingreso seguro.
Y también pensaba que ya iba a poder comprar algunas cosas que tanto quería desde antes, como una cama, un ropero y también quiero cambiar mi máquina de coser.
Los fines de semana sigo tomando pedidos de costura y desde hace dos años que, cuando estoy libre, le plancho las ropas a una vecina amiga.
Hiperactiva
Ahora en mi nuevo trabajo estoy de seis de la mañana a seis de la tarde. Me gusta lo que hago. Empecé como banderillera, que consiste en guiar con una banderita a los camiones que van a entrar en la zona de obras para descargar los materiales que traen. Y es más que nada para que no haya choques o cualquier otro inconveniente que pueda ocurrir porque son muchos los camiones que hay en la obra.
Estuve tres meses como banderillera. Mientras tanto ya practicaba otras funciones; como yo soy muy hiperactiva, no me gusta estar en un solo lugar, me puse a practicar y aprendí la tarea de apuntadora. Después ya le empecé a cubrir de vez en cuando a mi compañera y vieron que me desempeñaba bien y me ascendieron a ese puesto.
La función de apuntadora es anotar en una planilla el número de chapa del camión, los datos del conductor, de dónde viene, la hora en que ingresó y la cantidad de toneladas que trae y de qué material se trata.
Hace poco entraron dos mujeres más donde me encuentro. Antes que yo ingrese había una sola.
Como soy curiosa, aprendí rápido lo que tenía que hacer. Y, realmente, me llevo muy bien con mis compañeros de trabajo. La mayoría son varones, pero supe llevarme bien con todos porque cuando una mujer se hace respetar, pone límites, es más fácil todo.
Pensando en ascender
Ahora lo que quiero es, antes de retomar mi facultad, estudiar algo que esté relacionado a lo que estoy haciendo ahora para poder conseguir ascender a la oficina o conseguir otro trabajo que me dé más tiempo para estudiar.
Hace un año más o menos que me independicé y vivo en un alquiler; con lo que gano estoy equipando poco a poco la pieza donde vivo.
Ojalá alguna vez tenga la oportunidad de formarme para pasar a un trabajo de oficina, porque no es nada fácil estar ahí afuera, soportando calor ahora, pero también frío y lluvia en otros momentos.
Me tocó días en que llovía y sí o sí teníamos que presentarnos. Durante el invierno se aguanta más, si estás bien abrigado. Pero ahora en estos días de intenso calor es impresionante. En ciertos momentos buscamos por lo menos una sombrita, por ahí cerca nomás de donde estamos, para tomar un poco de tereré.
Es por eso que, de aquí a unos años, me veo progresando; quizás ascendiendo a otros puestos y, como decía antes, lo que más quiero es retomar mis estudios de la facultad.
Creo que, de igual modo, donde estoy actualmente ya representa un progreso para mí; sin embargo, quiero seguir yendo hacia adelante.
Y eso es lo que, creo, los jóvenes como yo tienen que hacer: Procurar, no desaprovechar la oportunidad que se les presenta y si no estudian, que trabajen y vean la forma de salir adelante. Como dice papá: “Cualquier trabajo honesto es bueno”.
Tanto mi mamá como mi papá siempre nos decían que teníamos que ver y sufrir lo que ellos sufrían para que nosotros podamos valorar el estudio y así podamos mejorar en la vida.