Una puesta íntima y autobiográfica que nos invita a salir del lugar cómodo, tanto física como emocionalmente, es Vivir al límite.
Producida por Vértice Escénico, esta obra breve que aborda la depresión, el abuso y el suicidio desde la historia de Cristina, alterna momentos de tensión y reflexión.
Escrita por Cynthia Dávalos y dirigida por Ana Carolina Jara, la obra sabe colocar en vidriera aspectos de la ausencia de equilibrio emocional y salud mental, e invita a dialogar en torno al tema.
La propuesta, inspirada en hechos reales y en las vivencias de una mujer que logró transformar dolor en resiliencia, se presenta en un formato testimonial de 30 minutos (con aforo reducido).
El relato se centra en la vida de Cristina (Crhys Knapp), un personaje que va rememorando momentos de fuerte carga emocional, situaciones que le dejaron huella, e invita al público a transitar episodios de su vida de vulnerabilidad y resistencia.
La narración poco a poco cala en el espectador. Comienza con la figura de su abuela (Teresa Barriocanal), una presencia opresiva, fría y humillante que marca los primeros años de la protagonista.
La historia de un matrimonio abusivo
Esta dinámica de sometimiento para Cristina se prolonga en la adultez, cuando se la observa atrapada en un matrimonio abusivo (el marido es interpretado por Seba Díaz), donde el maltrato se repite con la misma crudeza.
Con actuaciones muy logradas y una puesta en escena que se apoya hábilmente en un diseño visual cargado de simbolismo –colores intensos y juegos de luces que acentúan la tensión dramática–, se refuerza la atmósfera de encierro y fragilidad emocional del personaje central.
Sutilmente, la puesta envuelve al espectador, quien no solo observa, sino que comparte la incomodidad de Cristina, empatizando con su dolor durante todo el desarrollo de la historia.
El punto de inflexión llega cuando la protagonista rompe la cuarta pared y se dirige al público para proclamar su decisión de no aceptar más abusos.
Este final es un gesto de empoderamiento que se convierte en el motor de la obra y en un mensaje esperanzador de resiliencia, lo cual ofrece al público un respiro luego de momentos cargados de tensión, que muchos observaron de pie (no hay asientos, salvo para personas con condiciones especiales).
El cierre es un broche de oro, ya que abre una reflexión sobre el poder del arte como herramienta de sanación y memoria colectiva, recordando que el escenario puede ser un espacio de denuncia, transformación y libertad.
El equipo de esta propuesta se completa con la participación de Montse Ramírez, Andrea Sánchez, Cynthia González, Cynthia Dávalos y Tavo Villalba, en la productora que con esta puesta reafirma su misión de generar conciencia social a través del arte.