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Hay un problema central en la historia del villano Gru: quiere ser villano, pero no le dejan. Solo en su debut en el cine pudo hacer lo que más le gusta, aunque al final terminó siendo un buen tipo. Pero desde la segunda parte integra una organización que combate a los tipos malos, es decir, otros son los villanos y él el policía. Este dilema se da con más fuerza en esta tercera parte, lo que hace que haya una confusión total en el personaje y en sus pequeños seguidores sentados en sus butacas.
La esencia era aparentemente jugar con la idea de un villano que era simpático y algo benévolo cuando hacía sus implacables fechorías. Mientras productores y guionistas no se deciden con la personalidad de su personaje central, lo que tendremos para el futuro son historias donde un villano es perseguido por el ex villano Gru, quien en el fondo envidia a su perseguido porque extraña la vida dedicada al mal (lo que explica la desaparición del Dr. Nefario).
Pero, ¿qué importa que la historia central sea confusa si tenemos a los minions en acción? Pues resulta que ni estos están a las altura, sino que están regastados. Kevin, Bob y Stuart no aparecen, o quizá están mezclados en el enjambre amarillo que ahora es liderado por otro minion llamado Mel. Fuera de este pequeño cambio, ellos siguen haciendo los mismos gags y muecas, pero ya sin el efecto de anteriores capítulos, pues en el spin off que protagonizaron pusieron todo lo que tenían en escena.
Por descontado hay escenas graciosas y toda la parodia (y la música pop) de los 80 está genial, pero ni siquiera la aparición del hermano gemelo de Gru logra dar un aire de renovación. El carisma de nuestro villano sigue intacto, así como el de sus tres hijas, quienes siguen repartiendo ternura en cada aparición y que ahora ponen a prueba a Lucy, pero si no se decide qué se hará con la vida de Gru el futuro de los capítulos siguientes promete ser repetitivo como lo es esta tercera que nos tocó ver.
Calificación: **1/2 (Regular)