“No importa el daño que causen, lo que interesa es el dinero”, afirmó durante la misa central en la Basílica de Caacupé.
Recordó que Jesús no condena la riqueza en sí, sino el apego a ella. “Es muy difícil que un rico apegado a las riquezas entre en el Reino de Dios”, sostuvo, y añadió que “no se puede servir a dos señores... Lo opuesto de servir a Dios es servir a las riquezas”.
Valenzuela advirtió que la codicia destruye vínculos familiares. ‘‘Cuántas familias se odian por causa de la herencia. Ya no importa el amor a los padres o a los hijos, importa el dinero. Y eso destruye”, lamentó.
Resaltó el valor de la honestidad como pilar fundamental para la transformación social, destacando que es imperativo, es urgente, que hagamos de la honestidad nuestra norma de conducta, ‘‘uno de nuestros principales valores”. Agregó que los actos deshonestos, aunque parezcan pequeños, “con el tiempo dan resultados devastadores, porque degeneran el tejido social”.
Advirtió que la deshonestidad generalizada es una de las principales causas del atraso de muchas sociedades. Por eso, enfatizó que el cultivo de los valores –en especial, la honestidad– debe comenzar en el hogar. “Es dentro de la familia donde se enseñan, se transmiten y se viven los valores”, señaló.
Pidió a la Virgen María para que los fieles no se dejen fascinar por las riquezas pasajeras. “Pidamos al Señor la gracia de vivir en paz y concordia, con los valores que vivió Jesús. La honradez te librará de la muerte’’.