Por Pa’i Oliva
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Hace una semana decíamos que Dios era un Dios escondido para nuestros modos sensibles (inteligencia, sentimientos, voluntad) de aprender su realidad. Y que solamente lo encontramos por la fe. Hoy añadimos más.
Una búsqueda creciente de Dios ha de ser también en Fe creciente. Lo cual significa que no nos quedemos satisfechos por lo que sabemos de Él por fe, sino en lo que aún no sabemos ni entendemos de Él. Que no nos alegremos solamente por lo que Él nos ama, sino por lo que todavía no alcanzamos a conocer de lo infinito que Él nos ama. Todo lo cual significa dos cosas.
La importancia del papel de la fe creciente en el cristiano es como pies que nos llevan hacia Dios. Y la necesidad constante de trascendernos, de salir de nosotros mismos, de lo que ya dominamos, para adentrarnos en lo que está escondido en Dios. Y, todo esto, en la mística de lo cotidiano. Con sus sencillos sueños y pequeños trabajos, penas y alegrías.
Y precisamente, muchos hombres o mujeres con esta fe es lo que se necesita hoy para tener al coraje de afrontar los difíciles desafíos que agobian al Paraguay. Esta fe viva los defenderá de caer en la corrupción reinante. Les dará un corazón grande para unirse a otros. Y, sobre todo, los hará fuertes ante los peligros y amenazas. De aquí nace el deber del cristiano en comprometerse con la vida. Inclusive de ser el más comprometido con ella. Así luchará por el Dios en el que cree.