Aparentemente, una imprudente manipulación de artefactos pirotécnicos, parte de la nociva costumbre de hacer explotar petardos para celebrar las fiestas de fin de año, derivó accidentalmente en el inicio del fuego en una de las precarias chozas de madera terciada, cartón y chapas, que rápidamente se extendió a las demás viviendas que se encuentran muy próximas, en un improvisado asentamiento con alta marginalidad y hacinamiento, ocupando gran parte del espacio público que rodea y corresponde a uno de los edificios más emblemáticos del patrimonio histórico y cultural.
La titánica acción de los bomberos logró contener el fuego en horas de la madrugada, evitando males mayores, pero cerca de un centenar de familias perdieron lo poco que tenían y una parte de las instalaciones del Centro Cultural de la República El Cabildo resultó gravemente dañada, principalmente zonas de oficinas y la sala de ensayos de la Orquesta Sinfónica del Congreso, aunque las autoridades aseguran que el principal edificio patrimonial y el acervo cultural están a salvo.
Son muchas las consideraciones que se pueden formular tras lo ocurrido.
La principal es la falta de respuestas más de fondo a los problemas de la marginalidad social y la pobreza, específicamente de la falta de viviendas y oportunidades laborales dignas para un amplio sector de la población. Aunque en los últimos años se han llevado a cabo algunos programas de reubicación de los pobladores del cinturón de pobreza que rodea al corazón histórico de la ciudad, lo realizado resulta insuficiente ante la magnitud del drama.
Se evidencia la indolencia de autoridades municipales y del Gobierno Central, alimentada por la voracidad electoral sin escrúpulos de la mayoría de los políticos, al permitir que familias humildes ocupen espacios públicos, plazas y entornos de edificios de gran valor histórico como el Cabildo, el Congreso, la Catedral Metropolitana y el mismo Palacio de Gobierno, anulando la potencialidad turística y creando focos de inseguridad para los mismos ciudadanos.
Más allá de algunas visiones sectarias que criminalizan la pobreza, se requiere equilibrar la protección de estos sitios de gran valor con políticas serias de construcción de viviendas sociales, reubicación con programas de desarrollo sostenible, impulsando oportunidades de vida más digna para los menos favorecidos de la sociedad.
La catástrofe de la noche de Navidad debe llevar a encarar con más seriedad una carencia que se arrastra desde hace décadas.
Es tiempo de acabar con la política populista de enajenar bienes ciudadanos, trabajando al mismo tiempo en encarar proyectos de reubicación en serio, sin transigir ante la ocupación de espacios públicos.