El filme buscó recrear el episodio bélico y además, tender puentes culturales entre Bolivia y Paraguay.
“El cine y la cultura pueden ser una buena opción para que se acerquen dos pueblos”, afirmó en una entrevista el director, Antezana, al recordar que el intercambio cultural entre ambos países seguía siendo limitado, mientras que la guerra parece haber sido el punto en común más fuerte de su historia compartida.
El guion fue escrito veinte años antes del estreno, a partir del pedido del padre de un amigo del director, lo que lo llevó a investigar profundamente sobre el conflicto.
El rodaje inició en el año 2012, con desafíos financieros y logísticos, incluyendo la autorización de las Fuerzas Armadas bolivianas para el uso de armas y locaciones.
Parte de la filmación se realizó en el propio fortín Boquerón, donde el equipo vivió la experiencia “como un sueño hecho realidad”, dijo Antezana en entrevistas.
En el elenco participaron actores paraguayos como Julio de Torres y Christian Gómez, además del productor Max Branco y se contó con el apoyo de la Gobernación de Boquerón y de 15 efectivos militares.
“Recuerdo al director como un gran profesional”, dijo a ÚH Christian Gómez, al recordar aquella experiencia cinematográfica que recordamos cerca de la fecha conmemorativa histórica.
Relevante
En conversación con el productor brasileño, residente desde hace décadas en el país, Max Branco, subrayó la relevancia de llevar esta cinta como contribución en la historia al cine.
“La historia, se dice a menudo, la escriben los vencedores. Pero el cine histórico tiene un poder aún más profundo: El de hacerla sentir a quienes no estaban allí…", analizó.
“No se trata solo de registrar fechas y estrategias, sino de rescatar del olvido el sudor, el miedo, la tierra seca y la determinación de aquellos que vivieron un momento crucial. La Batalla de Boquerón es un ejemplo perfecto de por qué necesitamos que el cine aborde nuestro pasado”, destacó.
Branco recordó que la batalla fue mucho más que una victoria táctica: Se trató de un sitio de 20 días donde unos 500 defensores bolivianos, al mando del teniente coronel Manuel Marzana, resistieron contra fuerzas paraguayas muy superiores, con un altísimo costo en vidas.
“El cine nos permite comprender la dimensión humana del conflicto y preguntarnos: ¿Yo, en su lugar, qué habría hecho?”, se preguntó.
Al mostrar los sacrificios de ambos bandos, “universaliza la experiencia y transforma al ‘enemigo’ en un ser humano con los mismos miedos y esperanzas”, pensó.
Memoria cultural
Max Branco añadió que en esta propuesta de cine se preserva la memoria cultural, “desde los uniformes desteñidos y las canciones en las trincheras” hasta la mezcla del guaraní y el español en el frente paraguayo y las expresiones de los soldados bolivianos enfrentados a una geografía hostil.
“Estos detalles son la esencia viva de la historia, y una película los inmortaliza para que no se conviertan en meras notas a pie de página”, afirmó.
Finalmente, Branco resaltó que una obra como Boquerón no glorifica la guerra, sino que expone su sinsentido.
“Un espectador boliviano puede entender el coraje de su propio ejército y respetar la determinación del soldado paraguayo. Un espectador paraguayo puede comprender la soledad y el honor del defensor boliviano que se rinde, pero no se humilla. El cine, al mostrar ese sacrificio extremo, puede ser un puente hacia la reconciliación”, subrayó.
El estreno de Boquerón, que fue en el año 2015, casi en simultáneo en Bolivia y Paraguay se convirtió en un ejercicio de memoria compartida y en una invitación a que la cultura sea un camino de encuentro entre pueblos. El productor recordó que se dieron funciones en Asunción y en El Chaco.