A vuelo de diario nació entre las noticias de Última Hora, los cierres apurados y los silencios que siguen al bullicio de la imprenta. “Entré a Última Hora en 1999 y salí en 2016. En breves poemas –por eso el título reversionado de la frase a vuelo de pájaro, porque no había tiempo para escribir largo– fui dejando mis impresiones, mis miedos, mis sueños y pensamientos críticos”, relata Álvarez, quien define el poemario como una especie de diario poético de aquellos años.
El autor confiesa que con esta publicación se libera de un antiguo fantasma que lo perseguían y buscaban su protagonismo.
“El fantasma más persistente del escritor es aquel que le persigue para salir de las hojas perdidas y cobrar vida autónoma en un libro. Ahora me siento liberado ya no será más el motivo de mi insomnio”, señala.
De la redacción al verso
El nombre el libro –explica el autor– proviene de una mirada interior “Cuando se dice a vuelo de pájaro se comunica que se mira rápido, desde arriba. Yo miraba desde adentro, cotidianamente, lo que sucedía en mi entorno y lo que me sucedía. Por eso A vuelo de diario, a su ritmo, a sus sabores y sinsabores”. En sus versos aparecen las emociones ocultas tras la noticia, las reflexiones de quien observa el mundo desde una mesa de redacción y los gestos humanos que se escapan entre titulares.
Manifestó que algunos poemas son destellos de ternura en medio de la prisa. Otros combinan humor y melancolía así, Álvarez transforma los fragmentos de lo cotidiano en breves epifanías que dan testimonio del alma detrás del oficio periodístico. Su relato rescata no solo el valor de la palabra escrita, sino también la complicidad entre quienes día a día construyen el relato del país desde las páginas del diario.
La memoria compartida
El proyecto tomó vuelo gracias a un impulso editorial inesperado: “Un día, el director de Rosalba me preguntó si no tenía algo para publicar. Le entregué A vuelo de diario y de ese ofrecimiento generoso nacieron las alas para que dejara de asediarme”, cuenta.
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Más allá del testimonio poético, A vuelo de diario es también una reflexión sobre el paso del tiempo, el valor del trabajo y la mirada sensible que resiste en medio de la urgencia.
“Ahora que veo el horizonte final más cercano, quiero apresurarme en dejar publicado lo mío, para que me suceda tal vez”, expresa el autor con la lucidez de quien sigue escribiendo para vivir y adelantó además que ya tiene otro libro en imprenta, próximo a ver la luz en los próximos días, reafirmando su compromiso con la palabra y su inagotable vínculo con la creación.
Para finalizar esta amena charla recordó a sus compañeros de ÚH. “Era lo más parecido a una familia en el ámbito laboral. Había un ambiente fraterno y sincero, y por eso dedico el libro tan mío como de ellos”.