El gobierno de Santiago Peña carga sobre sus espaldas varias batallas innecesarias en su ansiedad de llevarse al mundo por delante. Con el afán de ganar votos en las pasadas elecciones, el Partido Colorado, representado por Peña, cargó su mochila con algunas promesas que tanto él como su entorno sabían que no podrían cumplir. Es así que una vez que asumió como mandatario, en su intento por cumplir con lo prometido, terminó metiéndose en problemas.
Pero los errores del Gobierno no solo tienen que ver con sus compromisos. También se apresuró en sentar postura sobre temas internacionales, poniendo en riesgo la estabilidad de las relaciones con aliados estratégicos.
La primera situación que le trajo dolores de cabeza al presidente se dio durante su discurso en el marco de su asunción como titular del Ejecutivo, cuando sus opiniones sobre la invasión de Rusia a Ucrania derivaron en reclamos por parte del Gobierno ruso, uno de los principales mercados de la carne paraguaya y el principal proveedor de fertilizantes.
Peña señaló que Ucrania está sufriendo “la misma suerte que sufrió Paraguay durante la Guerra Grande (1864-1870)”, en la que se tuvo que enfrentar a países vecinos. “Ucrania sufre hoy la misma suerte que sufrió el Paraguay durante la Guerra Grande que nos enfrentó con nuestros vecinos”, dijo entonces y recordó que en aquella contienda bélica el país perdió el 60% de su territorio y de sus hombres.
Si bien muchos coincidimos en que la invasión de Rusia a Ucrania no tiene fundamentos, desplaza a miles de ciudadanos y acaba con la vida de una infinidad de personas indefensas, creo que el tono de su discurso fue más visceral que diplomático.
Otra cuestión que puso en aprietos al mandatario fue la campaña en contra del convenio con la Unión Europea para la transformación Educativa, basándose en la supuesta intención del organismo de implementar la ideología de género. Finalmente, el Gobierno, al no contar con fundamentos reales para derogar el acuerdo, se vio obligado a bajar los decibeles e impulsaron algunas modificaciones en el texto.
Una de las principales metidas de pata de Peña –que a poco más de un mes de haber asumido lo dejó en posición adelantada– fue la promesa de reducir los precios de los combustibles, la cual cumplió en un contexto de altos precios internacionales de los derivados del petróleo. Si bien el Gobierno forzó una baja en los costos de los hidrocarburos, la medida genera millonarias pérdidas para Petróleos Paraguayos (Petropar) y distorsiona el mercado que está basado en la libre competencia.
El uso de Petropar como una herramienta política, está llevando a la estatal hacia una inminente quiebra, según lo revela un estudio realizado por SEI Consulting Group. El informe revela que la estatal perdió en los últimos dos años unos USD 37 millones, principalmente por vender combustible más barato.
Aunque las medidas populistas como esta transmiten una sensación de bienestar a los ciudadanos, finalmente terminan poniendo en riesgo a una herramienta clave para la regulación del mercado. Además, a la hora de sincerar los costos y hacer ajustes, representa un enorme golpe para los consumidores.
Todo indica que, a pesar de la voluntad de sostener sus precios bajos, la petrolera del Estado tendrá que acomodarse al contexto internacional y realizar ajustes en sus precios.
Sería bueno que el Gobierno cartista comprenda que una mayoría en el Congreso, acompañada por el copamiento de las instituciones, pueda permitirle manejar el país a su antojo, pero no es suficiente para cubrir metidas de pata, menos aún cuando se trata de situaciones exógenas.
Cargarse de batallas innecesarias en vez de ocuparse de temas sociales claves no será el camino para mejorar el bienestar del ciudadano, que al igual que sus aliados políticos, también quiere estar mejor.