08 may. 2024

Ardissone: “El Covid-19 no matará al teatro”

José Luis Ardissone. “Mi estado de ánimo no es el mejor, sin duda, pero confío en que podremos retornar”.

José Luis Ardissone. “Mi estado de ánimo no es el mejor, sin duda, pero confío en que podremos retornar”.

Andrés Colmán Gutiérrez
Periodista y escritor

–¿De qué manera sorprendió la pandemia del Covid-19 al sector teatral y a Arlequín Teatro?

–La sorpresiva declaración de la cuarentena impactó de manera fulminante a la comunidad teatral. La suspensión de los espectáculos derribó por tierra el medio de vida de muchos colegas. Arlequín Teatro apenas pudo realizar dos funciones de la obra La noche antes; una para profesores de instituciones educativas y el estreno para público en general. La obra, destinada al programa Estudiantes al Teatro, que ya tenía reservadas más de 70 funciones y debía continuar hasta setiembre, naufragó en medio de un mar de incertidumbre y dolor.

Teníamos proyectadas otras como Los amantes de la Casa Azul, sobre los amores de Frida Kahlo personificada por Jazmín Romero y León Trotsky (Gustavo Ilutovich), además de Héctor Silva como Diego Rivera y Chela Villagra como la esposa de Trotsky, con estreno marcado para el 18 de abril. Ya estaba con los ensayos, bajo mi dirección, bien avanzados. A partir de ahí se venía una muy atractiva programación con obras como Hemingway, por ejemplo. También teníamos previstas producciones fuera del espacio de Arlequín.

–¿Se puede cuantificar el daño que ocasionaron la cuarentena y el cierre de salas?

–Arlequín Teatro es una institución que se mantiene con los ingresos de boletería y debe, además de recompensar a los actores por su trabajo, pagar el sueldo de funcionarios fijos, pagar alquiler por los locales de las oficinas y del depósito de elementos de escenografía (gracias a Dios el local del teatro es de nuestra propiedad), gastos de ANDE, Copaco, Essap y mantenimiento general de las instalaciones. Es difícil dar un monto exacto de las pérdidas económicas, pero estaría rondando por los mil millones de guaraníes.

–Como actor y emprendedor cultural has soportado momentos difíciles, persecuciones y clausuras. ¿Era posible imaginar una crisis como la actual? ¿Cómo lo sentís en lo personal?

–Cuando integraba el Grupo Gente de Teatro fuimos marginados del Teatro Municipal por supuestas críticas que Gustavo Calderini, integrante del grupo, había hecho a las pésimas instalaciones. Sabíamos que la verdadera razón eran las obras que el grupo presentó allí y no coincidían con la línea de frivolidad que la entonces directora de Cultura de la Municipalidad y el Consejo de Administración del Teatro favorecían. El Centro Cultural Paraguayo Americano nos acogió.

Recuerdo la suspensión de la obra de Escobar Cantero, Ñorairõ opa rire, censurada y prohibida. Ocurrió lo mismo con San Fernando, de Alcibiades González Delvalle. Ya en Arlequín, la obra Las Troyanas fue denunciada como “obra de autor comunista” en la que se denostaba a la milicia y se instaba a la rebelión. La orden de clausura de la sala estaba ya firmada por el jefe de Policía, Brítez Borges. La intervención del entonces ministro de Educación, Raúl Peña, evitó que el teatro fuera cerrado. Cuando se descubrió el Archivo del Terror, apareció ese documento.

Cuando pusimos Hamlet tuvimos amenazas telefónicas de colocación de bombas en el teatro a la hora de las funciones.

Esto ocurrió hasta que directamente la comisaría de la zona nos pidió un pase para sus policías, pues “no podían seguir pagando entrada”. Les dimos ese pase y, desde entonces, y hasta el 3 de febrero del 89, un policía uniformado se plantaba frente al teatro anotando las chapas de los autos que llegaban y copiando los nombres de los actores para finalmente entrar a la sala al empezar la función.

Cuando Arlequín perdió su local de Villa Morra fue otro momento de incertidumbre; pensamos que no podríamos retornar, pero el apoyo de personas generosas hizo que, como el ave fénix, resurgiéramos con nuestro local actual.

Fueron muchas las vicisitudes pasadas en estos 38 años, pero nunca imaginé que estaríamos viviendo una situación como la actual, en la que una epidemia mundial nos impediría subir al escenario prácticamente un año entero.

Mi estado de ánimo no es el mejor, sin duda, pero confío en que podremos retornar, tengo el apoyo de mis hijos, mi familia, y creo que el del público que siempre nos acompañó y estará de nuevo asistiendo a los espectáculos que vengan.

–¿Recibieron algún tipo de auxilio en la actual emergencia?

–Desde el nivel gubernamental nada hemos recibido, por lo menos hasta el momento; tenemos proyectos de obras presentados al Fondec y a la SNC, pero aún sin respuesta. Lanzamos en las redes sociales un bono de G. 80.000 a depositar en nuestra cuenta corriente de un banco, y ofrecemos en cambio el pago de media entrada para los espectáculos nuestros del 2021. Esto, que empezó hace pocos días, está teniendo buena respuesta y esperamos que se vaya sumando más gente que gusta de nuestro trabajo y ama el teatro.

–¿Cuándo podrían retornar con el teatro? ¿Cómo están enfrentando el futuro más cercano?

–Creo haber visto u oído que las salas de espectáculos podrían empezar a funcionar en noviembre. Esos meses de fin de año son normalmente los que menor cantidad de público asiste. Arlequín ofrece en alquiler sus instalaciones en noviembre y diciembre a las escuelas de danza y/o teatro, pero como tampoco estas instituciones funcionan, no habrá posibilidad de tener esos recursos. Ahí vuelvo a señalar el tema de los bonos que hemos lanzado, que es la posibilidad de mantener la sala hasta fin de año. Ya hemos recurrido a un préstamo, pero no lograremos solo con eso poder cubrir los gastos que mantener una estructura como Arlequín, aun minimizando al máximo los gastos.

–La pandemia golpeó fuerte al sector cultural, que no tiene ingresos fijos y depende del día a día, de la respuesta del público. Al mismo tiempo, la gente redescubrió y valorizó el arte para enfrentar mejor la cuarentena, con conciertos o representaciones gratuitas por internet. ¿Cómo encarar esta contradicción?

–Sí, es de notar que los programas culturales, cine, teatro grabado, conciertos, en las distintas plataformas, son un paliativo del ocio al que nos obliga la cuarentena. El cierre de restaurantes, bares y discotecas, que son los espacios más concurridos normalmente, hace que mucha gente hoy, encerrada en su casa, recurra a esos programas para pasar el tiempo. Quizá esto despierte el interés de muchos y comprendan que el teatro es un divertimento para el alma.

No me alegra que esos sitios de comedias y bailes estén obligados a no funcionar en esta cuarentena. Mucha gente del ramo se quedó también sin trabajo y eso es un drama social. Lo ideal sería que la gente, jóvenes y adultos, vayan a ver una obra de teatro, y luego, en un bar o un restaurante conversen sobre lo que acaban de ver.

–¿Cómo evalúa la actuación de la Secretaría Nacional de Cultura ante la crisis? ¿La comunidad cultural se sintió respaldada o hubo abandono de parte de las autoridades?

–La Secretaría Nacional de Cultura (SNC) llamó a un concurso de proyectos culturales de las diversas ramas del arte. Es una buena iniciativa, y veremos a mediados de mayo cuáles son los proyectos favorecidos. Además, sé que ha estado gestionando muchos kits para los compañeros más vulnerables de las distintas disciplinas. Creo, sin embargo, que aún puede gestionar o articular mayores acciones. Aplicar subsidios si es necesario, trabajar en proyectos con financiación pública y privada. No sé… se debería establecer una mesa de diálogo e ideas para entre todos colaborar para encontrar salidas.

–Hay quienes sugieren retornar a escena con un “teatro sin público”, con obras escenificadas ante las cámaras y transmitidas por internet. ¿Considera posible eso?

–Si bien eso es posible, aunque quizá más costoso por la necesidad de poseer o contratar camarógrafos, no creo que sea lo mismo, ni para el público, ni para los actores. El teatro es una ceremonia viva, en la que la energía que genera el público se transmite a los actores y en la que estos ponen el alma para que ese fenómeno ocurra. El público debe sentir la respiración del actor, ver su sudor, presentir sus dudas, su cansancio, y los actores deben vibrar, en vivo y en directo, con las risas, los sollozos y finalmente con los aplausos que son su mayor recompensa. Sin estos elementos, el teatro sería una mercadería simplemente y no lo que Lorca decía: “Es la palabra que se levanta de los libros y se hace carne”.

–¿Cree que se podrá volver al modo de hacer teatro antes de la pandemia o habrá que reinventar esta expresión artística?

–Podrán, quizás, crearse otras maneras de “hacer teatro” más tecnológico, pero ese teatro vivo, nacido hace más de dos mil años, es insustituible. El intercambio directo de emociones entre actores y público no tiene parangón. Estoy seguro que volveremos y este “parate” obligado será entonces, al despertar, apenas un mal sueño.

Entrevista

Veterano actor y director teatral, José Luis Ardissone evalúa el daño que la pandemia ocasionó al sector cultural. Asegura que el teatro sobrevivirá.

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