Las posibilidades de desarrollo de Paraguay están ante un punto de inflexión, ya que se observan retrocesos en logros alcanzados, empezamos a perder la oportunidad del bono demográfico, la deuda puede volverse insostenible en los próximos años, el crecimiento se mantendrá a tasas no muy altas, existen riesgos provenientes de la crisis climática y señales peligrosas en torno a las conductas de justicia por mano propia.
Es un escenario político, social y económico complejo que requiere de procesos de negociación y acuerdos internos para romper con las tendencias anteriores y, sobre todo, garantizar consensos que nos permitan avanzar en el desarrollo y reducir las profundas desigualdades. El nuevo gobierno tendrá ante sí grandes desafíos.
La soberanía no solo es una cuestión de simbolismo o retórica, sino fundamentalmente una apuesta por el desarrollo a largo plazo, teniendo en cuenta los recursos involucrados por la venta de energía y el rol que tiene una cobertura de energía con calidad para impulsar el crecimiento económico y la calidad de vida.
El país puede contar con más recursos derivados de la venta de energía para financiar la expansión de la infraestructura y de la industria, elevando paralelamente la productividad y competitividad.
En este contexto se dará la renegociación del Tratado de Itaipú. La llegada de Lula al poder cambia el escenario de la negociación, considerando que Paraguay logró algunas ventajas durante su gestión anterior. Actualmente, podría señalarse que el espacio de la negociación aumenta, puesto que es posible renegociar el Tratado completo poniendo a Paraguay a la par que el Brasil.
Los análisis concuerdan en que durante los gobiernos petistas del pasado hubo un esfuerzo por alinear la agenda política a la agenda económica y comercial a partir de las relaciones multilaterales, cuyo objetivo era la integración.
En un contexto de cambios de gobierno cabe esperar señales acerca de cuál será el nuevo direccionamiento que tomará la actual política exterior brasilera. La coyuntura internacional actual es compleja, con fuertes incertidumbres y en puertas de una recesión internacional, situación muy diferente a la que le tocó en sus gobiernos anteriores.
Por supuesto, es de esperar que Brasil busque mantener la tarifa baja, tal como ya unilateralmente decidió. Paraguay debe tener un plan de negociación que incluya un equipo negociador altamente técnico y con legitimidad política en el país.
El país vecino ya dio algunas señales de que las conversaciones bilaterales al respecto tomarán tiempo y se extenderán a lo largo de este año, lo que pone en perspectiva no solo la complejidad de las conversaciones, sino también el posicionamiento nacional teniendo en cuenta las próximas elecciones nacionales de abril.
Cualquiera fuere el gobierno que asuma, lo hará justo antes de que las negociaciones se profundicen, lo que demandará fuertes exigencias en términos de acuerdos y equipos. Tal como está la situación actual en nuestro país es difícil prever la continuidad en ambos sentidos. Las señales negativas dadas en los últimos cinco años no han sido buenas. No ha habido transparencia en el proceso, en el plan de negociación ni en el equipo.
Esperemos que el equipo actual del Gobierno paraguayo y el nuevo sepan lograr una transición ordenada en la que la soberanía y el desarrollo nacional se pongan como prioridad.