“El magnicidio de Argaña puede abrir varias líneas de análisis. Una de las principales tiene que ver con la historia política del Paraguay. En relación con eso, no queda otra que remontarse al pasado: Hacía apenas 10 años que habíamos salido de uno de los periodos más oscuros del Paraguay.
Además, estábamos iniciando el segundo Gobierno civil desde la caída de la dictadura. Así las cosas, parecía que el tránsito a la democracia de nuestro país, por lo menos, en apariencias gozaba de buena salud. Tal apariencia se vio completamente desacreditada con el homicidio del entonces vicepresidente de la República”, expresó Gorostiaga.
La analista también repasa el impacto que tuvo en la sociedad “el homicidio de una figura política de tal magnitud, a su vez, más allá del impacto político propio del hecho, trajo aparejadas nefastas consecuencias. En primer lugar, el asesinato de siete manifestantes y un saldo casi incuantificable de heridos. En segundo lugar, la renuncia del entonces presidente de la República”, recordó.
Segundo análisis. Gorostiaga parte de la calidad de la democracia, enumerando la serie de dificultades y características de esta e hizo énfasis en un vacío de contenido, propio de sistemas en los que impera las pocas garantías a los derechos humanos y la falta de una fuerte institucionalidad.
“La segunda (línea de análisis), claro está, tiene que ver con la calidad de la democracia. El magnicidio de Argaña, sumado a otros tantos hechos que son conocidos por todos, tales como amenazas de juicios políticos, destituciones, imputaciones entre otros, hacen pensar que la calidad de la democracia en Paraguay dista mucho de lo que sería ideal. Hablar de democracia va mucho más allá de las elecciones. Hablar de una democracia de calidad implica, necesariamente, hablar de seguridad jurídica, de garantía de los derechos humanos, institucionalidad, entre otras cuestiones”, subrayó.
Explicó que sin estas cualidades propias, “la democracia no pasa de ser algo más que procedimental y, por tanto, hasta vacía de contenido real. Hoy en día, con todos los hechos que nos venimos enterando –nepotismo, fiscales serviles a ciertas facciones políticas, pérdidas de investiduras en violación de normas constitucionales– hace que la democracia no sea mucho más que una ficción”, finalizó.
Aquel 23 de marzo. El asesinato del vicepresidente de la República, en ese entonces, Luis María Argaña Ferraro, registrado el 23 de marzo de 1999, derivó en un estallido social en que la violencia hacia las manifestaciones se cobrarían otras siete vidas.
Cabe referir que décadas después de ese suceso aún se extiende una sombra de impunidad dado que, en particular los autores intelectuales no fueron develados por la justicia.
Nunca se confirmó quienes fueron los autores morales. Lino Oviedo, adversario político del ex vicepresidente, fue acusado como presunto autor moral, pero quedó absuelto.
La Justicia condenó entre 20 y 25 años de cárcel a los tres involucrados en el asesinato del ex vicepresidente. El autor Pablo Vera Esteche dijo que debían recibir 300 mil dólares por el asesinato, de los cuales obtuvieron 120 mil dólares.
Este funesto suceso, además, desencadenó tras si una serie de eventos que, concatenados, dieron paso a unos de los principales eventos históricos de la transición democrática conocido como Marzo Paraguayo.
Recientemente, el ex senador Juan Carlos Calé Galaverna, desempolvó el caso Argaña, señalando a Víctor Galeano Perrone y Luis Canillas como presuntos involucrados en el magnicidio del ex vicepresidente. “Víctor Galeano Perrone y Luis Canillas están involucrados en el asesinato de Argaña”, expresó