29 mar. 2024

Una inusual corbata desata el debate sobre las presidenciales en Túnez

Austero en el vestir, la imagen pública de Rachid Ghannuchi, alma del movimiento islamista tunecino Ennahda, fue siempre la misma: pantalón barato de pinzas, camisa abierta en el cuello y en tiempos de frío, una cazadora campera.

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El líder se mostró con una corbata, luego de muchos años de carrera tratando de evitar tal formalismo. Foto: Al - Monitor.

EFE

Un atuendo prototipo de los líderes del llamado Islam Político que, al contrario de los dictadores y políticos laicos a los que combatieron, siempre asociaron a la figura del “denomino” a la corbata, “símbolo de la decadencia y el imperialismo occidental”.

Por ello sorprendió que el anciano “Sheij”, cuya influencia moral y carisma religioso-político traspasa las fronteras tunecinas, apareciera la semana pasada con una corbata anudada al cuello durante una entrevista en la televisión local “Nesma TV”.

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Una decisión tan inusual como extremadamente simbólica que se apoderó del debate público nacional y desatado todo tipo de comentarios y especulaciones sobre la supuesta ambición del veterano líder de cara a las cruciales elecciones presidenciales de 2019.

“Ghannuchi está en el último escalón de su plan para darle un aire nacionalista a su partido y eso incluye el cambio de imagen total, camisa de vestir y corbata, para la entrevista”, explica la diputada Bochra Belhaj Hamida.

“Lo que entendemos es que pretende acercarse a la imagen que los tunecinos tienen de un hombre de Estado. El momento elegido puede sugerir que se está preparando para las elecciones presidenciales en 2019", argumenta.

Comentaristas como Mohamad Jaïbi, influyente columnista de “La Presse”, principal diario tunecino en lengua francesa, especulan, además, con el momento elegido por el líder de Ennahda, un político ladino que no suele dar puntada sin hilo.

“La aparición de Ghannuchi con aspecto de candidato en la cadena que hizo campaña en favor del (presidente) Beji Caïd Essebsi desestabilizó tanto al gobierno como el tablero de ajedrez político”, afirma.

“A falta de dos años para la elección, ¿Ghannuchi se ha querido subir al podio de los elegibles, donde ya está por mérito de los sondeos (el actual primer ministro Yusef) Chahed? ¿O elevar la moral de sus tropas desestabilizando el gobierno y el tablero político? en Cualquier caso ha desatado la polémica”, subraya.

Desde el partido islamista, actualmente primera fuerza política en el Parlamento y sostén del gobierno de coalición gracias a los conflictos internos de Nidaá Tunis, la plataforma nacionalista laica que forjo Essebsi, la “polémica de la corbata” se explica como un paso natural en el proceso de evolución.

“Que el presidente del movimiento Ennnahda vista de una manera que los tunecinos consideran oficial demuestra que sale del camino sectario y da un paso en dirección al estado y a la tunificación en consonancia con el décimo congreso”, explica Lofti Zituon, uno de los dirigentes del partido.

“La base del estado es el pragmatismo y la ideología, y la relación entre ambas siempre da lugar a tensiones”, subrayó en su página de la red social Facebook.

Una de las escasas certezas es que el tránsito vital de Ghannuchi -el único líder histórico del Islam Político que sobrevivió a las malhadadas “primaveras árabes- está jalonado de movimientos estratégicos.

Al frente de la organización desde la década de los años 80 del siglo pasado, mantuvo su cohesión y su fuerza como principal grupo de oposición a Zinedin el Abedin Ben Ali durante sus años de exilio en Europa.

Regresó en 2011, tras la caía del dictador, y llevó a Ennahda al poder en el seno de un tripartito con otras fuerzas progresistas y laicas.

Sin embargo, la bisoñez de sus cuadros más jóvenes, decisiones erradas -sobre todo la gestión del aparato de seguridad- y su compleja relación con movimientos takfiríes violentos y la sección más dura de la organización- llevaron al país al borde del desastre en 2014.

En un movimiento estratégico, el “sheij” se acercó a Essebsi y a otros miembros del antiguo régimen y se sumó a un proyecto de salvación nacional -en el que también participaron los sindicatos, la patronal y organizaciones de los derechos humanos- que evitó el colapso de la transición.

Asentado de nuevo, Ghannuchi y la dirección del movimiento emprendieron un proceso de modernización cosmética para ocultar la imagen islamista conservadora y atraer a la clase media laica tunecina.

Asido a un nacionalismo populista -con la bandera de Túnez como reclamo- en mayo de 2016 celebró un congreso clave en el que separó la predicación -relegada a una especie de fundación- de la práctica política.

Desde entonces, los hombres de fe han salido de la primera línea política y cedido el paso a políticos con corbata, modernos y elocuentes, con un discurso pragmático en el que la religión perdió protagonismo.

Una transformación en busca del poder en la que la corbata de Ghannuchi -que ya no se presenta tampoco como jeque sino como profesor- supone el penúltimo capítulo.

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