19 abr. 2024

Una caída que golpea el corazón del Gobierno

Marta Lafuente ha salido airosa de conflictos anteriores con secundarios. Tras aquella sentata que se inició en un colegio privado e hizo impacto en los colegios nacionales en el 2015 hubo diálogo y negociación que derivó en un acuerdo.

Estela Ruiz Diaz

Pero ni la ministra ni el Gobierno vieron que esa manifestación era una señal, como la fiebre que alerta de una infección. Ese pacto era un analgésico que no curaba la enfermedad.

DÍAS CONTADOS. El inicio de la caída de Lafuente marcó el escándalo del cocido de oro, destapado por este diario. En un país donde 678.000 pobres extremos pasan hambre con apenas G. 10.000 por día, la sociedad se indignó y se indigestó por la paga de G. 80.000 por dos termos de cocido. Una bomba como esa no se desactiva así nomás. Y ella no solamente relativizó la denuncia sino respondió con inoportuna soberbia defendiendo la legalidad de la operación. Nunca suenan tan huecas las legalidades administrativas cuando se trata de legitimidad, justicia o pobreza.

HORAS DIFÍCILES. La toma de un colegio capitalino empezó el martes con apenas 10 estudiantes y se replicó en más de 100 escuelas de todo el país con la velocidad de un rayo. La ministra no tuvo el tino de apagar el pequeño incendio y el fuego arrasó con ella golpeando duramente a Horacio Cartes.

Lafuente era una de las preferidas del mandatario y la defendió hasta el último minuto. Fue su mejor alumna en su política de saneamiento administrativo. No le tembló el pulso para eliminar a mil planilleros, recortando privilegios a cuestionados sindicalistas y enfrentando a políticos que usan el MEC como caja chica de su política clientelar y prebendaria. La más famosa planillera de su lista es la diputada colorada Blanca Vargas. Entre los despedidos había funcionarios colorados y liberales, de las huestes de ministros anteriores. Esta cirugía le valió una declaración de guerra. Se la tenían jurada.

Por estas razones, la salida de la crisis desató un fuerte debate en el entorno del presidente. No tenían dudas sobre la gestión ni de su honestidad, pero sí visiones diferentes.

Juan Carlos López Moreira, jefe de Gabinete, sostenía que Lafuente debía permanecer en el cargo por su calidad en la gestión y su coraje por enfrentar a los políticos corruptos. Que el acuerdo con los estudiantes era cuestión de tiempo, así como fue con los campesinos y cooperativistas que protestaron 23 días.

José Ortiz, el más poderoso asesor externo, sostenía lo contrario. Que la radicalización de los estudiantes y el creciente apoyo popular ya impactaba en el Gobierno y la única manera de frenar era entregando la cabeza de Lafuente.

La sombra de la crisis estudiantil de Chile que generó una fuerte crisis a Bachelet se bajó en la mesa de análisis.

Cartes, no sin antes, repartir reprimendas de todos los colores a sus asesores que no vieron venir el conflicto, acató la tesis de la renuncia, a pesar de sí mismo. No le gusta tomar decisiones bajo presión, pero el resultado refleja que su poder se está debilitando.

LA CUESTIÓN POLÍTICA. En el Gobierno admiten que los estudiantes tienen razón en sus demandas, pero están convencidos que hay injerencia política en la toma de colegios. La senadora Blanca Ovelar es la primera en la lista porque creen que generó el malestar interno en el MEC y fue motor de la interpelación en el Senado. El ex pastor Arnoldo Wiens también es considerado un promotor de la crisis. Luego están los liberales y la izquierda que supuestamente manejan a los estudiantes a través de los docentes.

Más allá de las injerencias, muy natural en la lucha por el poder, la crisis que derivó en la renuncia de Lafuente se debe a incapacidad del Gobierno para entender que las crisis sociales tienen dinámicas opuestas a la visión empresarial y que se resuelven con diálogos y consensos. Y concesiones. También afectó a Lafuente la orfandad política. Ningún dirigente del oficialismo salió a defenderla, porque como le dicen a Cartes, “vos presidente vas a estar dos años más nomás. Qué hago después”.

Hasta el joven presidente de la ANR, Pedro Alliana, recibió una amonestación palaciega por sus declaraciones ambiguas y tuvo que salir a aclarar posiciones en un tuit.

COTO DE CAZA. El MEC, con 100.000 funcionarios, y una inversión de millones de dólares, es el bocado perfecto de todo político. Es el trampolín de varios: Nicanor Duarte Frutos, Blanca Ovelar, Víctor Ríos, por citar algunos.

Nadie en su sano juicio puede poner en duda la legitimidad del reclamo estudiantil. Basta con mirar las escuelas o medir la calidad educativa para darles la razón y apoyar sus demandas.

Pero la catastrófica educación paraguaya seguirá tumbando ministros en tanto y en cuanto las soluciones se agoten en simples cambios de hombres.

El presidente y sus hombres buscan al sucesor de Lafuente. Por izquierda, unos se anotan, como el ministro de la Juventud, Marcelo Soto; o plantean candidatos como Alliana que tímidamente propuso a su compueblana Eleuteria López. Hay más de 20 nombres en carpeta cuyos perfiles se analizan estos días.

Esta historia aún no tiene fin. La delicada elección del sucesor es clave pero apenas descomprimirá la crisis.

La verdadera batalla viene después.

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