18 may. 2024

Se fue el más admirado y el más odiado

Alberto Acosta Garbarino, presidente de Dende

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Alberto Acosta Garbarino

Aunque pensaba escribir sobre otro tema, la noticia de la muerte de Fidel Castro, por su importancia, me obliga a analizar su trayectoria política.

La muerte de Castro es muy importante, porque es el final de un líder político singular que se había convertido en un mito viviente y en símbolo de la lucha, contra el imperialismo norteamericano y las oligarquías latinoamericanas, y a favor de la justicia social, de los pobres y de los excluidos.

Ha sido un líder político singular, porque en la historia de América Latina no había existido antes y no creo que exista más adelante, una persona que pueda convertir a una pequeña isla caribeña en el epicentro de la confrontación mundial entre el capitalismo y el comunismo; una persona que pueda enfrentarse abiertamente a la superpotencia de los Estados Unidos y consiga sobrevivir durante cincuenta años; una persona que desde la pequeña Cuba haya podido convertirse en el inspirador, el organizador, el financiador y el santuario, de casi todos los movimientos de izquierda latinoamericanos.

Nos guste o no, ha sido un líder de una personalidad excepcionalmente carismática, que tuvo una presencia determinante en la historia de nuestra región en las últimas décadas.

Como un líder directo durante las décadas de los sesenta a los ochenta, y como un líder indirecto desde los noventa, inspirando y apoyando el movimiento bolivariano liderado por Hugo Chávez.

Toda esta historia lo convirtió en un líder amado e idolatrado por millones de personas de todo el mundo; pero también en un líder odiado y denostado, por otras millones de personas de todo el mundo.

Odiado por un importante sector de la población cubana que había visto cómo la Revolución Castrista los perseguía, los torturaba, los encarcelaba y los asesinaba, bajo la única acusación de ser antirrevolucionarios.

Por ese motivo, millones de cubanos dejaron su patria y se exiliaron en los Estados Unidos. En los primeros años consiguieron salir en avión y en las últimas décadas salían en botes y en pequeñas embarcaciones, arriesgando sus vidas en búsqueda de libertad y de progreso.

Como consecuencia de este exilio masivo, familias enteras quedaron divididas y miles de personas murieron lejos de su tierra sin poder volver a ver la Cuba donde nacieron y a los familiares que allí dejaron.

Pero también ha sido odiado por millones de personas en América Latina, que vieron morir a sus compatriotas por causa de las diferentes guerras de liberación nacional, como las de Nicaragua y El Salvador, inspirados en la Revolución cubana o los diferentes movimientos subversivos, como los de Argentina y Perú, donde los guerrilleros fueron entrenados y financiados desde La Habana.

En el Paraguay, durante la dictadura de Alfredo Stroessner, la figura de Fidel Castro representaba la imagen misma del guerrillero y del comunista. Los que vivimos nuestra juventud en esa época, conocimos el temor que tenían nuestros familiares a que nos ocurra algo, por el solo hecho de usar barba y el cabello largo.

Creo que la presencia real del castrismo en la vida de los paraguayos no ha sido relevante, porque los pocos y débiles movimientos armados que intentaron socavar el poder de Stroessner fueron salvajemente exterminados y no pusieron en ningún momento en peligro su régimen. La figura de Fidel Castro fue más bien un pretexto utilizado por el stronismo para justificar la represión a los opositores.

Con la muerte de Fidel se cierra una etapa de la historia latinoamericana, donde su figura fue trascendental durante el periodo de la Guerra Fría y fue muy importante durante el periodo de la Revolución Bolivariana.

La Guerra Fría terminó en 1991 con la desintegración de la Unión Soviética; la Revolución Bolivariana terminó en el 2013 con la muerte de Hugo Chávez, y esta etapa de nuestra historia, termina hoy con la muerte de Fidel Castro.

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