Un contraste de personas buenas rezando y una realidad que exigía justicia. Pero dos mundos. No juntos, sino paralelos.
¿Qué nos está pasando? El papa Francisco instituyó este año de la misericordia para mostrar a todos el amor insondable de Dios, comenzando por los que no tienen nada. Y quiere que nuestra respuesta sea luchar por la paz y la justicia.
Sin embargo, en este año ha bajado aún más el índice del “buen vivir” en la clase media y empobrecidos. Y, sin embargo, ha subido con ganancias exorbitantes en los que ya eran antes millonarios en dólares.
¿Qué nos está pasando? Somos un pueblo mayoritariamente cristiano pero el ejercicio práctico de la misericordia parece estar lejos de nosotros. La masacre, desalojo y juicio de Curuguaty en Marina Cué no han sido solucionados.
Los campesinos de Guahory han sido desalojados después de pagar varios años las cuotas por la tierras del Indert, por títulos falsos dados por la Regional del Indert de Caaguazú.
Los indígenas Ava Guaraní, desalojados de sus tierras ancestrales por el lago de Itaipú, de nuevo han sido desalojados de las tierras a donde fueron en Minga Guazú.
Cumplimos el rito del año de la misericordia pero no hacemos casi nada para vivir la misericordia de Dios.
El domingo, al lado del Arzobispo, nos dimos cuenta de que cristianos fervorosos por vez primera escuchaban algo de Guahory y tuvimos que escuchar de la Jerarquía cómo se nos decía que rezáramos por su solución. Nada de que Dios ha encomendado a sus creyentes que la justicia en la tierra era el fruto de nuestra lucha, fe y compromiso cristiano.