Este fracaso en proveer empleo, un pilar para la aceptación completa en la sociedad, ayudó a crear una subclase étnica que tensa la apertura sueca hacia extranjeros y alimenta a la extrema derecha, una tendencia presente en todos los países nórdicos. “No vine a Suecia por los beneficios sociales. No vine a Suecia para pedir dádivas”, dijo Mahad Mohammed Musse, un anestesista de 27 años que habla árabe, somalí, inglés y ruso con fluidez, y que solo halló un trabajo temporal en el servicio de taxis del aeropuerto de Estocolmo. “Solo pido que me dejen vivir mi vida con la educación que tengo”, agregó Musse, quien llegó hace casi 2 años a Suecia y solicitó en 25 hospitales y centros de salud que se le permitiera observar a los médicos locales. Nunca recibió una respuesta.
Durante años, miles de refugiados se encaminaron hacia los países nórdicos, atraídos por su tradicional apertura, fuertes economías, seguridad y sistema social. Pero existe una creciente sensación de que las otrora sociedades homogéneas que se mantenían unidas por un fuerte modelo de bienestar social se están fracturando. Unas 81.000 personas pidieron asilo en Suecia en 2014. reuters